Azaña, el político que reunía un millón de personas en sus mítines
La exposición muestra manuscritos y objetos que nunca antes se habían mostrado en público, como la primera bandera republicana que se levantó en nuestro país
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Manuel Azaña, el político que logró reunir a un millón de personas para que le escucharan. Y pagando entradas. Ningún diputado actual lograría semejante éxito con los alambres y membretes de su retórica y de sus ideas. Escritor, intelectual, político, Jefe de Gobierno, la figura de Manuel Azaña siempre ha estado teñida de una enorme polémica. Para muchos está tan asociado con la Segunda República que casi les resulta imposible disociarla de ella. Para otros, en cambio, es el colmo de todos nuestros males y desdichas. Azaña es así, un hombre que parece destinado a no encontrar reposo. “Siempre ha sido tergiversado, caricaturizado”, comentaba ayer Ángeles Egido, comisaria de la exposición que la Biblioteca Nacional dedica a Azaña en el ochenta aniversario de su muerte. Esta muestra, que reúne doscientas piezas, algunas de gran valor, como el manuscrito de “Mi rebelión en Barcelona”, donde explicaba por qué no estaba involucrado en los sucesos de la Ciudad Condal, es un intento de acercar al verdadero Azaña a las nuevas generaciones, “porque su pensamiento sigue vigente, y te das cuenta de que muchos de sus escritos y discursos se podían haber publicado en cualquier periódico de hoy mismo”, comenta Egido.
Azaña, en una conferencia pronunciada el 4 de febrero en la Casa del Pueblo de Alcalá de Henares, dijo: “Los hombres de mi generación no queremos ni podemos perder la esperanza en el porvenir. De ahí nuestro propósito de persuadir a nuestros conciudadanos de que hay una patria que redimir y rehacer por la cultura, por la justicia y por la libertad. Por la cultura, he dicho y si lo meditáis bien comprenderéis que lo he dicho todo”. Encontramos aquí el proyecto de un hombre que consideraba que los cimientos de un país eran la educación, la ciudadanía y la política como vehículo para hacer avanzar una sociedad. Pero Azaña, que estuvo detrás de algunos de los proyectos más relevantes de la Segunda República española, fue víctima de un hecho muy frecuente: la transformación de sus ideas en leyes concretas chocaba con la realidad, que jugaba en su contra.
La exposición, que está organizada por la Secretaría de Estado de Memoria Democrática, la Biblioteca Nacional de España y Acción Cultural Española, es una invitación a conocer la figura completa de Manuel Azaña a través de algunos documentos de extraordinaria importancia, como manuscritos, cartas, bocetos y objetos, como la primera bandera republicana que se izó en nuestro país, concretamente en Éibar el 14 de abril de 1931 y otra igual de relevante, la que Azaña arrió del mástil en la localidad de La Vajo, el 2 de febrero de 1939, antes de que partiera para el exilio. Él mismo pidió que esta última envolviera sus restos cuando murió. Petición que fue rechazada por la Francia de Vichy.
Junto a estas banderas está la primera página de la Constitución de la República, de 1931, que era la piedra angular sobre la que se levantaría la República y que, según los comisarios, fue esencial porque “daba el voto a las mujeres, diseñaba un programa de autonomías, pero sin renunciar jamás al estado integral y resultó muy novedosa y rompedora”. La exposición parte de su etapa en Alcalá y las amistades que fraguó allí para abordar luego su periodo intelectual y su experiencia política. Aquí están sus traducciones, se alude a los viajes que realizó al frente durante la Primera Guerra Mundial, su producción memorialista y su acción como jefe de Gobierno.
La exposición, que será inaugurada por Felipe VI, se ha planteado “para acabar tópicos y deshacer prejuicios sobre Azaña, como ese oscuro funcionario, ese escritor sin lectores, que decía Unamuno. Si uno recorre estas salas se encuentra con el intelectual que viaja a París para afinar su sensibilidad y que regresa cambiado por la cultura francesa”, comenta el comisario Jesús Cañete. Para lograrlo se recorre toda su biografía, desde que es estudiante, pasando por su faceta intelectual (cuando recibió el Premio Nacional de Literatura por su monografía sobre Juan Varela y se le comparó con James Joyce por su novela “El jardín de los frailes”, de 1927) y la política, cuando respaldó la reforma agraria y la militar. Probablemente para muchos, no obstante, la etapa del exilio sea la menos conocida. “No se sabe cuánto sufrió y lo que envejeció en poco tiempo, cómo su rostro reflejó de repente toda la tragedia que vivieron él y el pueblo español, acosado por Franco, por Vichy y Alemania”, ha destacado Ejido. De hecho, Azaña, estuvo perseguido por la policía española y la SS durante este periodo. Sus permanentes traslados que se perdieran parte de los cuadernos en los que iba consignando su memorias y que explica cómo luego han ido apareciendo en diferentes lugares.