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¿Cómo acabó el pirata Jack London en la cima de la literatura?

Tras su exitoso paso por el Festival de Venecia y los Premios de Cine Europeo, la política, inabarcable y extraordinaria “Martin Eden”, adaptación que Pietro Marcello hace de la novela autobiográfica del escritor estadounidense, aterriza hoy en las salas españolas
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  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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Antes de poder convertir definitivamente la escritura en un pasaporte válido para salir de la pobreza, Jack London probó toda suerte de oficios pintorescos, desempeñó infinidad de piruetas profesionales y persiguió insaciable el éxito. El autor de “Colmillo blanco” fue buscador de oro, marinero, vagabundo, operador de enlatado, contrabandista, ostrero, periodista pugilístico e incluso admirador en exceso de los talentos ajenos ya que los rumores de plagio sobrevolaron con frecuencia algunos episodios de su trayectoria. Tuvo tantas vidas como empleos y tantas experiencias intensas y salvajes como historias caben en las páginas de los libros, pero su apasionamiento desmedido por la palabra, su metódica forma de emplearse con la máquina de escribir y su reveladora ambición por el dinero aceleraron la progresión de su triunfo hasta convertirlo en un autor respetado y uno de los más aclamados durante el primer tercio del siglo XX.
“Maurizio Braucci, escritor y guionista italiano con el que he crecido, me regaló el libro de “Martin Eden” cuando yo tenía 20 años”, comenta nostálgico desde París Pietro Marcello, el cineasta italiano que ha adaptado la novela homónima y autobiográfica de London transformándola en un personal y hermosísimo viaje por las capas agrietadas de la historia de Italia. “Desde entonces ambos hemos imaginado muchos Martin Eden diferentes. Ha sido un trabajo muy intenso para mí porque también me he encargado de la producción. Finalmente nuestro Martin Eden es europeo. La historia podríamos haberla ambientado en Cádiz, Génova o Marsella del mismo modo que lo hemos hecho en Nápoles. Una ciudad de mar, en definitiva. Pero el verdadero reto era transformar la novela y llevarla al sur de Europa”, añade.
Luca Marinelli (ganador de una Coppa Volpi por su interpretación en esta cinta) encarna con exaltación y maestría a través de la figura de Martin todas las contradicciones y primitivas tendencias que manifiesta la naturaleza humana y con las que no resulta excesivamente difícil sentirse identificado. Tras defender de forma desinteresada a un joven burgués llamado Arthur Morse del ataque de un marinero en el puerto, Martin, un pescador proletario, entra en contacto con su familia después de que éste le invite a su casa como muestra de agradecimiento.
Sus ojos interactúan por primera vez con el privilegio y la nacarada burbuja intelectual de la clase alta, pero también con el rostro angelical de Elena Orsini, hermana de Morse. Apenas necesita unos minutos este antihéroe megalómano, soberbio e hipnótico para sentir un flechazo por ambas cosas. El amor se presenta aquí como un sentimiento luminoso e inspirador que no tarda en verse fagocitado por la sed de cultura del obrero sin estudios. Las ideas empiezan a saltar por encima de las pasiones. “Quiero ser como ustedes. Hablar como ustedes, pensar como ustedes…¿Pero cómo lo hago?”, espetará Martin a Elena. “Lo que usted necesita señor Eden, es educación. Bastaría con que regresara al colegio”, responderá la joven reduciendo de forma insuficiente la educación a un concepto emancipador de los pobres y obviando los condicionantes sociales que orbitan alrededor de las estructuras sociales.

Peligroso individualismo

Habituado al ritmo coreográfico de los documentales -hasta el punto de intercalar destellos meteóricos de belleza audiovisual con algunas imágenes de trabajos anteriores en esta nueva propuesta- el director oriundo de Caserta reconoce que “la cultura y el conocimiento siempre nos rescatan, sea de lo que sea” y reclama que “debería ser un derecho para todos, no sólo para unos pocos como siempre sucede. Martin sin embargo es un ejemplo de héroe negativo porque se redime a través de esta cultura de la que hablamos pero acaba por no tener nada que contar”. Las aspiraciones culturales de Martin y sus sueños de escritor –fiel reflejo de las anheladas por el propio Jack London– se desarrollan en paralelo a su evolución política y a su consolidación como agitador de conciencias.
Las profundas reflexiones teóricas sobre el socialismo, la histórica dicotomía entre el individualismo y la cultura de masas o la hipocresía tecnócrata del neoliberalismo se suceden en los ambientes que frecuenta Martin durante un tiempo que nunca se llega a concretar con precisión. En la cinta de Marcello conviven escenas y atuendos propios de principios del siglo XX con edificaciones napolitanas y automóviles de la década de los 70. El realizador justifica su decisión: “necesitaba atravesar el siglo XX italiano con esta historia, desde la entrada en la I Guerra Mundial, en 1915, hasta los años 70. Se cuenta también el nacimiento del fascismo, que es resultado de una falta de la reforma agraria. Si ésta se hubiese hecho a tiempo, tras la guerra, en el año 19, no hubiese existido el fascismo como sistema de gobierno”.
Cuando Martin conoce a Russ Brissenden, un intelectual de izquierdas miembro del Partido Socialista, en una fiesta organizada por la familia de Elena, su radicalización ideológica pasa de la difusión del trazo a la materialidad de lo real. “Los socialistas de los que habla Martin Eden son los Macron de hoy, los Renzi, los Pedro Sánchez… El siglo XX ha sido el siglo de las ideologías y si lo piensas el libro de London es una auténtica profecía. Todos los conceptos que maneja son extrapolables al presente, especialmente el del individualismo. El individualista siempre lucha solo. Y esto es algo muy peligroso”, remata.
Precisamente un mal entendimiento de la crítica que pretendía establecer Jack London a través “Martin Eden” de un concepto tan contemporáneamente extendido como este del individualismo, explicaría el por qué de su mala acogida inicial. “Cuando London publicó el libro fue muy criticado. Pero lo que muchos no entendieron es que en realidad exponía una crítica al individualismo, a la traición de la lucha de clase. En la película se refleja muy bien esto, pero en vez de centrarnos tanto en esa traición a la lucha de clase, hemos puesto el foco en la perversión de la pertenencia: traiciona sus orígenes, su familia… Es un Martin Eden moderno el nuestro, del tiempo de instagram y de los influencers… Un reflejo triste de la cultura del narcisismo”, subraya Marcello.
La historia oceánica, envolvente e infinita de Martin, es la historia de un hombre que espera, absorbe, ama y ambiciona. Un hombre que moldea su propia suerte y termina incendiando la prometedora expansión de su destino. Doscientas mil liras es la primera cantidad que recibe por un texto publicado en una revista literaria (aunque en la vida real fueron 5 dólares) después de obtener incontables negativas de los editores que rechazaban continuamente sus relatos y novelas sentenciando los sobres devueltos con un seco y tajante “devuelva a remitente”.
El director de “Bella y perdida” reconoce sentirse atrapado por ese espíritu inconformista y vivo: “su actitud te hace comprender que no existen sólo las academias, sino que es factible que uno pueda crecer por sí mismo. Por este motivo debería enseñarse esta lectura en las escuelas. Jack London era un gran escritor, y ha sido una de las primeras víctimas de la industria cultural, de la cultura de masas. Fue muy crítico con América porque era todo lo contrario al self made man. Eso explica que en ocasiones se haya leído mucho más en Europa que en Estados Unidos”.