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Un robo masivo de manuscritos inéditos pone en jaque a la industria editorial

Escritores como Margaret Atwood, Jo Nesbø o Ethan Hawke han sido víctimas en esta red de estafas, sobre la que existen más preguntas que respuestas
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La inmensidad de internet nos ha enseñado que a todo se le puede sacar tajada. Desde el tuit más falto de sentido hasta la receta más elaborada. No obstante, como en todo, existe un extremo en este tipo de rentabilidad -económica o no- que es protagonizado por los hackers. Estos cerebros de la informática echan mano de sus conocimientos para acceder a todo tipo de documentos. No obstante, ahora hay un grupo de ellos que han puesto el foco, de manera inesperada, en algo más allá de la política o los bancos: la literatura.
Tal y como ha publicado “The New York Times” este lunes, a principios de este mes se comenzó a notar un engaño que podría poner en jaque a la industria editorial. Todo comenzó en Little, Brown, firma que anunció la publicación de “Re-Entry”, la nueva novela de James Hannaham sobre una mujer transexual en libertad condicional de una prisión para hombres. El autor recibió un correo de parte del editor, Ben George, pidiéndole que le enviara el último borrador de su manuscrito. No obstante, el mensaje lo recibió en una dirección electrónica que el escritor nunca usa, por lo que decidió enviar el ejemplar desde su cuenta habitual.
“Entonces Ben me llamó”, explica Hannaham al diario estadounidense, “para decir: ‘Ese no era yo’”. De esta forma, el escritor se convirtió en uno de los innumerables objetivos de una misteriosa estafa internacional de “phishing”, término informático que se refiere al estafador que se sirve de la informática para hacerse pasar por una persona o empresa. Una tela de araña que ha atrapado en su red a escritores, editores, agentes y cualquier persona del universo literario, con el fin de hacerse con todo tipo de manuscritos inéditos.
Pero, ¿quién o quiénes son los interesados en hacerse con estos libros sin publicar? Afirma “The New York Times” que “no está claro quién es el ladrón o los ladrones, ni siquiera se sabe cómo podrían beneficiarse del plan”. De hecho, los manuscritos que han sido enviados no aparecen en el mercado negro o en la “deep web”. No obstante, sí aseguran que autores de alto perfil han sido atacados, como Margaret Atwood, Ian McEwan, Ethan Hawke, Jo Nesbø o Cynthia D’Aprix Sweeney.

“Son muy, muy buenos”

Algo seguro es que el hacker en cuestión conoce cómo funciona la industria editorial, pues ha trazado conexiones entre los autores y sus agentes y editores, de tal manera que sabe qué camino toma un libro desde su presentación hasta su publicación. Además, utiliza la jerga del oficio en sus correos electrónicos, los cuales están diseñados que parece que los envía una persona en particular.
“Saben quiénes son nuestros clientes, saben cómo interactuamos con ellos, dónde encajan los sub-agentes y dónde los agentes principales”, explica Catherine Eccles, propietaria de una agencia de exploración literaria británica. “Son muy, muy buenos”, añade, “el verdadero misterio es el final del juego”.

“Se asustó”

Esta historia no es nueva, sino que comenzó hace al menos 3 años, así como se ha repartido por todo el planeta: se ha dirigido a autores, agentes y editores de Suecia, Taiwán, Israel o Italia. No obstante, ha sido recientemente llamativo, ya que la cantidad correos electrónicos se ha disparado este año en EE UU.
Entre los libros solicitados por los estafadores, figuran “Such a fun age”, de Kiley Reid, “The sign for home”, de Blair Fell, “A bright ray of darkness”, de Ethan Hawke, y “Hush”, de Dylan Farrow, entre otros. Tal es la alarma que editoriales importantes como Penguin Random House y Simon&Schuster han enviado advertencias a sus clientes y empleados acerca de la estafa.
Caso particular es el de “The nest”, debut literario de Cynthia D’Aprix Sweeney. Fue “atacada” en 2018 por alguien que se hacía pasar por su agente, Henry Dunow. La obra de Sweeney aún no se había anunciado, pero el “pisher” sabía en detalle hasta la fecha límite de la escritora para la entrega, así como los nombres de los personajes principales de la novela. Esto, por tanto, demuestra que los hackers no utilizan información pública, sino que hasta se podría decir que forman parte de la industria.
“Hola Cynthia”, comenzaba el mensaje, “me encantó el manuscrito y no puedo esperar a saber qué pasa con Flora, Julian y Margot. Me dijiste que tendrías un borrador en esta época. ¿Puedes compartirlo? Firmado, Henry”. Sweeney se extrañó y se la reenvió a su agente: “Se asustó”, recuerda la autora. Aunque ella no contestó, los correos continuaban llegando, insistiendo en que le enviara el ejemplar.
“Si esto solo solo tuviera como objetivo a los libros de John Grisham o los de JK Rowling, se podría pensar en una teoría diferente”, explica a la cabecera estadounidense Dan Strone, director ejecutivo de la agencia literaria Trident Media Group. “Pero cuando se habla de un autor debut, literalmente no tiene ningún valor inmediato publicarlo en Internet, porque nadie conoce a esa persona”, añade. Por tanto, ¿qué beneficio busca el ciberdelincuente?

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