Dudamel viaja al centro de la música
El director venezolano protagoniza un innovador y sensorial proyecto de la Fundación “la Caixa” en donde la realidad virtual se convierte en un efectivo aliado para viajar al corazón de la música clásica
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Es del centro y no de las orillas de donde nacen todas las cosas que duran. En el mundo de la música, ese núcleo primero y germinal que precede al movimiento, al eco o incluso al sonido y articula lo que viene después, lo que existe y se desarrolla libre en forma de melodía tras desprenderse de esa particular placenta de la creación, puede adquirir la forma del interior de un violín o el laberíntico esqueleto sinfónico de una trompeta. Pero para que eso ocurra, para que ese centro que bulle desaforado expulse una composición, alguien tiene que soplar o apretar los dedos y a Gustavo Dudamel le emociona profundamente pensar en la contemplación interna de ambos ejercicios.
Con el mismo brillo trémulo y centelleante que se instala en la mirada de un padre que observa por primera vez al hijo recién nacido ha contemplado el director de orquesta venezolano el resultado de su último proyecto. “Desde el atril tú sientes la música de una manera, desde una butaca de un teatro la sientes de otra... Pero ¿cómo la sentimos dentro de la orquesta? Todo esto es algo verdaderamente mágico, como músico me he sentido muy aludido. Cada vez que lo veo, me dice cosas nuevas”, declaró en la presentación oficial que tuvo lugar en el Teatro Real. La culpa de tan contagioso entusiasmo reside en su participación en “Symphony”, una película documental de cuarenta minutos de duración con guión y dirección de Igor Cortadellas dividida en dos partes en donde el potencial aprovechamiento de la realidad virtual permite descubrir los entresijos de una orquesta por dentro pero también las complejas y singulares partes que vertebran los instrumentos que utilizan los músicos que la componen.
En este “innovador y sociotransformador” trabajo inmersivo impulsado por la Fundación “la Caixa” que surge con vocación de perdurable –la gira itinerante por distintas ciudades españolas durará diez años–, el espectador se sitúa en el alma desnuda del sonido. Dudamel asegura que “este documental nos muestra el poder transformador de la música y también la necesidad de no verla solo como un elemento de entretenimiento, sino como algo capaz de moldear nuestro espíritu” y para conseguir dicho propósito ha resultado fundamental una utilización poética y sensible de la tecnología.
“El carácter puntero de los elementos digitales que se han utilizado ha favorecido una invitación única y especial al público para que cruce este umbral del mundo de la música clásica y la conozca como nunca antes lo había hecho. En la primera parte de la película partimos de diferentes paisajes sonoros que nos proporcionan las ciudades o la naturaleza para desembocar en una segunda parte que nos sumerge de lleno en el corazón de la orquesta dirigida por Dudamel”, puntualizaba Cortadellas. Es en la convivencia de dos lenguajes temporalmente distantes como la música y la tecnología donde reside el valor genuino de “Symphony”. La apabullante sistematización de lo digital te permite meterte de forma paradójica en el taller de un lutier más habituado a la calidez de los oficios manuales que a la frialdad de lo digital y sumergirte en las tripas de madera de sus contrabajos. “No soy una persona muy digital, pero la verdad es que esta experiencia te transforma”, confiesa Dudamel. Por inevitable que parezca esto del desarrollo tecnológico, su acoplamiento a manifestaciones artísticas y el resultado pulido e incluso multiplicado en términos de conocimiento que de estos idilios pueda surgir, siempre son motivos de celebración. ¿Qué puede salir mal?