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Crítica de “23 paseos”: El amor antes del crepúsculo ★★✰✰✰

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La Razón
  • Sergi Sánchez

    Sergi Sánchez

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Dirección y guión: Paul Morrison. Intérpretes: Dave Johns, Alison Steadman. Gran Bretaña, 2020, 102 min. Romance.
La exigua cartelera no es generosa en títulos asequibles para jubilados en la hora del té. Con las salas funcionando a medio gas por los toques de queda, son los horarios de primera hora de la tarde los que se quedan huérfanos de su público objetivo. El estreno de “23 paseos” parece obedecer a la estrategia de atraer otra vez a esos espectadores a los cines. Sin pandemia, lo tiene todo para gustar: dos sesentones dispuestos a abrazar -con reticencias pero con firmeza hipertensa- el amor después de conocerse paseando a sus respectivos perros.
El contador de los paseos es una peligrosa estrategia narrativa: sometido a las duraciones desiguales de cada uno de los capítulos, el espectador puede sufrir una crisis de impaciencia pensando en el número 23. A ello contribuyen las pocas sorpresas que se va a encontrar en el camino: un poquito de realismo social británico -incorporado por el personaje que interpreta Dave Johns, el Daniel Blake de Ken Loach, aquí también amenazado por una orden de desahucio-, un poquito de melodrama costumbrista, una pizca de telefilme de la enfermedad de la semana, y un mucho de romance crepuscular con mascotas de por medio, que siempre añaden un aire de monería animal muy pertinente para despertar al respetable.
Paul Morrison se ocupa de colocar obstáculos en esta pasión inmaculada que parecen exigencias de manual de Robert McKee antes que vicisitudes de la vida que surgen de manera orgánica de la relación entre los personajes, como si, en definitiva, no confiara demasiado en el interés sincero que estos pueden suscitar. Por suerte, Dave Johns y Alison Steadman, habitual del cine de Mike Leigh, son capaces de hurgar en el depósito de ternura que alberga su amor otoñal, y de su interpretación, nada ampulosa, surgen los escasos momentos de verdad de una película que se pierde en sus paseos.

Lo mejor

Si no fuera por el trabajo de Johns y Steadman, el filme se desmoronaría definitivamente

Lo peor

Es previsible, ñoño e insípido