Moderno via crucis
La Abadía y el Teatro Real estrenan una poderosa ópera en la que se analizan los límites de la violencia machista a través de la figura de un soldado que asesina a su pareja
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Obra: “Marie”. Dirección: Lola Blasco y Germán Alonso. Dirección escénica y figurines: Rafael R. Villalobos. Intérpretes: Nicola Beller Carbone, Xavier Sabata, Pablo Rivero Madriñán, Julia de Castro, Luis Tausía. Ensemble Proyecto Ocnos. Temporada del Teatro Real. La Abadía, 17 de enero de 2021.
Parecía difícil a día de hoy proponer algo nuevo en el mundo de la ópera. Germán Alonso, compositor, y Lola Blasco (Premio Literatura Dramática de 2016), libretista, lo han intentado; y conseguido en buena parte, aunque, en puridad, la obra que han concebido y ahora estrenado no sea realmente lo que se entiende por ópera, sino algo perteneciente a un género vecino, en el que lo teatral, lo evocativo, lo fantasioso, lo elucubrador adquieren, como conjunto complejo, la mayor de las importancias y propician, algo muy importante, la apertura de interrogantes y marquen un interesante camino para la reflexión.
“Marie” propone, a través de catorce estaciones, una suerte de Via Crucis de la esposa de aquel hombre cobaya que fue el Woyzeck de Georg Büchner, protagonista más tarde de la ópera “Wozzeck” de Alban Berg. Libretista y compositor, con la colaboración de Villalobos, plantean una suerte de reflexión sobre el camino que debe emprender el género. Y ponen el acento en una verdadera víctima y no un verdugo. Su peripecia se explica a través de lenguajes musicales y vocales diferentes, lo que puede dar pie a vislumbrar al fondo una peculiar teoría del feminismo y a plantear la solidaridad entre mujeres.
Ha sido muy hábil Alonso, que ha sabido enhebrar a lo largo de la acción un triple lenguaje vocal: el modal (voz plena), el falsete (registro más agudo que parte de la vibración de las cuerdas vocales en uno de sus extremos) y el llamado en inglés vocal fry, que explota la franja más grave de la tesitura a partir del cierre de la glotis, lo que produce un sonido de muy baja frecuencia, como rasposo. La narración no es lineal y sufre continuos altibajos, es rica en efectos y tiene potencia y garra, aunque resulta casi siempre en exceso enfática y altisonante. Todo aparece presidido desde lo alto por una movediza gran cruz (la imagen solemne del Via Crucis) espejeante, una especie de imponente “fatum” a cuya vera tienen lugar las variadas escenas, a modo de reflexiones en las que juegan un importante papel lo erótico, lo sensual, lo sádico, lo violento, siempre con las figuras de Marie y de Woyzeck muy presentes, en torno a los que pululan diversos personajes, que nos ofrecen diálogos variados, a veces aparentemente fútiles.
Escuchamos, en off, sentenciosos comentarios leídos por la propia libretista, con referencias a Rousseau, a Dios y a otras figuras y teorías, muchas veces ininteligibles, a veces por quedar aplastadas por la intensidad de una música que salpica aquí y allí la narración y en la que interviene un conjunto integrado por Diana Muela Mora, flauta, Pedro Pablo Cámara Toldos, saxofón barítono, Gustavo Adolfo Domínguez Ojalvo, clarinete bajo, Pedro Rojas Ogáyar, guitarra eléctrica, y Olga Morral Bisbal, acordeón. La electrónica, muy bien trabajada, previa o en directo, ayuda a establecer el clima ominoso con pedales amenazantes, ostinatos, furibundos acordes, frases descoyuntadas. Lo que a la postre favorece la creación de un atmósfera verdaderamente asfixiante y enfermiza.
Todo está bien encajado, ensayado, interpretado en una escena en la que la fantasía y la imaginación de Villalobos brilla poderosamente y en la que se mueven con desusada entrega y emoción dos cantantes de relieve, la soprano Nicole Beller Carbone, flexible, virtuosa, que establece desde el principio su potente femineidad, y el contratenor Xavier Sabata, apasionado en su papel, siempre con un argolla al cuello. Ambos, en un continuo y cambiante recitativo “parlato”, se esfuerzan lo indecible para solventar los problemas vocales que le plantea la espinosa escritura. Todos fueron vitoreados con calor por el esfuerzo y por la entrega para sacar a flote un proyecto tan potente, tan, hasta cierto punto, original y en buena parte conseguido. Un aventura que quizá, pese a sus irregularidades, puede marcar un camino.