Sección patrocinada por sección patrocinada
Música

Crítica

Belcanto emocionado

El tenor mexicano Javier Camarena y el pianista cubano Ángel Rodríguez durante el concierto en el Teatro Real de Madrid
El tenor mexicano Javier Camarena y el pianista cubano Ángel Rodríguez durante el concierto en el Teatro Real de MadridJAVIER DEL REALEFE

Obras de Hérold, Gounod, Lalo, Offenbach, Donizetti y Rossini. Tenor: Javier Camarena. Orquesta Titular del Teatro Real. Director musical: Iván López-Reynoso. 15-I-2021.

Acabó el maratón de recitales que el Real ha venido a llamar “Estrellas de la Ópera” con la actuación del querido (hasta a veces venerado) Javier Camarena, tras tres días de resbalones entre el hielo y mirada preñada de blancura. En cualquier fecha y lugar traer a DiDonato, Kaufmann y Camarena en días consecutivos sería excepcional, pero ahora lo es más, con una ciudad que mantiene el tipo en lo cultura con la que está (re)cayendo. Camarena salió al escenario y el aplauso inicial ya puso de manifiesto el estado emocional de público y cantante. Hace un par de días, en esa misma situación, DiDonato dijo “I love you too”; Camarena dejó escapar alguna lágrima y entró de lleno en un programa que reivindicaba las bellezas relativamente escondidas del belcanto italiano a las que se llegaba a través de un elaborado itinerario de afrancesado Romanticismo.

Empezó ya muy exigido con “Ah! Lève-toi, soleil!”, del “Romeo” de Gounod. El extenso registro del tenor mejicano, su facilidad para los saltos interválicos amplios y la aparente naturalidad con la que coloca la voz le hicieron conectar con un público entusiasta desde antes de entrar en la sala, y que celebró cada una de sus agilidades. Por suerte, Camarena sabe contraponer con gusto, y su lirismo emocional pero siempre inteligente apareció en el fragmento de “Le roi d’Ys” de Lalo. Más allá del Barbiere de 2013 no ha habido ningún Rossini completo en la última década en el Real (qué lejos aquellos “Tancredi”, “Viaggio” y “L’italiana”), con lo que se agradece cualquier miga que llevarse a la boca, y el aria de “Ricciardo e Zoraide” -que ya escuchamos en este mismo teatro un año antes, en aquella ocasión al piano- sacó los mejores colores y sobreagudos sin apreturas.

“Roberto Devereux” es el final lógico de un tenor de las capacidades de Camarena, porque todos los Donizettis anteriores ya le han permitido mostrar filados, “crescendi”, “messa di voce”, las sutilezas del “appoggio” y toda suerte de “glissandi”, con lo que “Devereux” se convierte en síntesis afortunada a la que se suma la orquestación de privilegio que nos regaló Donizetti. Se aplaudió mucho la labor de Iván López-Reynoso al frente de la Orquesta Sinfónica de Madrid (fantásticas oberturas de Hérold y Offenbach) y tras diez minutos de ovaciones un emocionado Camarena quiso rendir homenaje al desaparecido Armando Manzanero, con “Esta tarde vi llover”, acompañado por su habitual compinche de correrías, el pianista Ángel Rodríguez. El público pidió más, pero el homenaje sólo tenía sentido si era único y como broche final. Una belleza.