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Cultura

Pedro Mairal: «El sexo es el opio de los desesperados»

El autor del fenómeno de «La uruguaya» publica en España «Breves amores eternos», una colección de cuentos sobre deseo, sexo y personajes en el borde peligroso de lo cotidiano

Pedro Mairal, escritor argentino
Pedro Mairal, escritor argentinolarazon

Una novela corta se convirtió en un fenómeno internacional que en España ya lleva unas 12 ediciones. «La uruguaya» (Libros del Asteroide) apenas tiene 144 páginas en formato bolsillo pero la crudeza de las miserias y las obsesiones de un hombre de mediana edad se ganó al público hispanohablante y hasta podría tener su versión Hollywood.

Pedro Mairal, su autor, ya había conseguido cierto éxito con «Una noche con Sabrina Love» (1998) y publica ahora en España «Breves amores eternos», un libro de relatos con infidelidad, sexo explícito y ternura.

«La uruguaya» era un relato con aparente falta de pretensiones.

–Yo creo que fue eso lo que le gustó a la gente. Me sorprende, porque me han reconocido por la calle en Madrid y eso en Buenos Aires me pasa muy poco. Y aquí, nunca. El libro funciona como una pastillita breve, de alguna manera conectó con la gente, pero eso es algo que sucede sin mí. Y me asombra.

–Este libro también tiene la brevedad por potencia.

–Es cierto que hay una continuidad con aquel por el tema: gente que se mete en problemas por el deseo o el amor. Y eso les vuelve vulnerables o frágiles. Literariamente me interesa mucho lo que el deseo le hace a la gente.

–El deseo no se agota.

–Nunca, como esos amigos que se separan y de repente les ves patinando porque tienen una novia y piensas: «¡se va a matar!».

–A veces, una infidelidad genera más insatisfacción de ese deseo.

–Claro, porque el deseo forma unas corrientes subterráneas que no se controlan. Y uno se queda enganchado en esa sensación intensa y medio truncada.

–Que es imposible de volver a sentir.

–Imposible. Ese chute es diferente cada vez.

–¿Una sociedad hipersexualizada favorece esas frustraciones o lo llevamos de serie?

–Pues es una buena pregunta. Yo creo que parte lo llevamos en el cableado. A los primates les gusta ver porno, por ejemplo. Pero luego hay desfase entre el deseo y la realidad. A mucha gente le vale con ver que le gustaste a alguien en Tinder, pero luego eso de ir a toparse con el otro, el mal aliento, olerse y salirse del foco de la pantalla del móvil... no tanto. Acabaremos virtuales.

–Sentirse deseado es un circuito de recompensa, una droga.

–Es una mafia mental, de sentir conexión y de tener «likes» que es puramente tecnológico.

–Sus personajes están mayoritariamente atrapados en matrimonios.

–Yo no soy un gurú del amor, pero creo que un matrimonio largo puede funcionar si no se da por sentado a la otra persona. Otra cosa es que puede que la siguiente generación no busque esa monogamia porque el matrimonio se inventó cuando la esperanza de vida era de 30 años. Hoy vivimos tres vidas hasta los 80.

–¿Cuánto hay de prefigurado en la manera que amamos?

–Hay un momento en «Mad Men» que Don Draper le dice a alguien: «Lo que vos llamás amor lo inventó un publicista para vender medias». Hay mucho de cultural, pero también somos personas complejas, universos que, al encontrarse con otro, dan infinitas variables. Y yo creo que por eso la gente se sigue enamorando.

–No quiero polemizar, pero la culpa, aunque sea «cero», solo aparece en un relato con una mujer infiel.

–(Ríe y piensa). Puede ser, pero yo no diría que haya distinción entre géneros para eso. En el relato, la infidelidad le infunde vitalidad a la protagonista. Creo que con igualdad de oportunidades hay cada vez más igualdad de infidelidades.

–Hay algo de sedante en el sexo como lo viven sus personajes. ¿Cuál es la raíz de la infidelidad?

–En el libro, yo tengo claro que, sea hombre o mujer, es un ataque de dolor interno, una inseguridad y un intento de autoafirmación a través del sexo. El sexo es un opio de los desesperados. Puede que por eso haya cada vez más erotómanos.

–¿Qué le atraía de la prostitución?

–La sordidez. Uno va por la calle y al otro lado de la puerta hay un mundo mercantilista que tiene algo de horripilante. Todos construimos en redes una identidad luminosa, nuesto viajecito y nuestra cenita... pero la literatura es aquello que dejaste fuera, a la espalda de Instagram.