Cargando...
Sección patrocinada por
Libros

Libros

No, su Smartphone no le hará sentir menos solo

El autor sostienen que cada vez dependemos más de la tecnología, pero también se pregunta qué habría sido de nosotros sin ella en el confinamiento

Interior de un teléfono móvil La RazónLa Razón

No es habitual. En general, los libros son verdaderos monólogos de los autores (algunos disfrazados de diálogo, de costumbrismo o de poesía) en el que las páginas hablan y nosotros escuchamos. Pero resulta raro el hallazgo de uno que nos interrumpe la lectura con preguntas constantes: ¿es esto posible? ¿Quién es esta mujer? ¿Cuándo ocurrió justamente esto? «Los perfeccionistas», de Simon Winchester, se revela más en su subtítulo que en las letras capitulares: «Cómo la precisión creó el mundo moderno». En el relato, un libro de viajes por la ciencia y el descubrimiento, Winchester recorre el camino que los humanos hicimos desde los palmos, como medida de longitud, hasta los nanómetros (la mil millonésima parte de un metro) como experiencia de registro. ¿El destino? El avance humano. Desde la posibilidad de medir las longitudes del planeta hasta la capacidad de señalar la distancia que nos separa de la estrella más cercana, Alfa Centauri, un recorrido equivalente a más de 3.000 millones de vueltas a la Tierra, con un margen de error del grueso de un cabello humano. Gracias a esta precisión, los satélites que orbitan nuestro planeta se encuentran en la posición exacta para que las comunicaciones sean posibles y los robots médicos pueden identificar una célula determinada entre miles de millones en nuestro torrente sanguíneo. Sin esta precisión el confinamiento que hemos vivido hubiera sido muy diferente: adiós a las series por streaming, al trabajo remoto y a la educación por Zoom. Pero, y esta es la gran virtud del relato, confundir la precisión con las matemáticas y los cálculos nos aleja de la perfección que se esconde entre líneas. El autor no habla de la exactitud, la aritmética o la ciencia, sino de la pasión, ya que «debemos conceder el mismo peso a provocar emociones y a la expresión de valores morales y estéticos que damos hoy a la ciencia, a la inventiva, a la organización práctica. Lo uno es impotente sin lo otro», explica en el prólogo. Así, todos los protagonistas del libro comparten una característica: la pasión por su arte. Es lo que les lleva a pasar años midiendo la circunferencia exacta de un molde para construir una máquina o décadas hasta conseguir hacer lo propio con las ondas gravitacionales que se produjeron a miles de millones de años luz de distancia. Es la lucha entre el cosmos, el orden y el caos. Una batalla que persigue encontrar una explicación.

Las respuestas del cosmos

El caos lanza las incógnitas y el cosmos (nuevamente, el orden) las responde. Pero sin la pasión, tan ajena aparentemente de lo preciso, es imposible. ¿Y por qué es tan importante esta pasión? A medida que buscamos mayor precisión, por ejemplo en la óptica, lo que se pretende es recrear lo que vemos los humanos y luego los animales. La perfección es una aspiración a los logros de la Naturaleza. Es la batalla constante entre los precioso y lo preciso. entre la perfección y el consumismo, entre el ser humano y el sistema. Los móviles actuales, por ejemplo, son precisos, exactos en su factura y prestaciones, pero responden a una perfección enfocada al consumo: si fueran perfectos para el usuario no quedarían obsoletos a los dos años; no responden a nuestra llamada, sino a la del mercado.Y aquí es cuando Winchester plantea una pregunta sin poner los interrogantes: ¿cuál es la diferencia entre precisión y perfección? Mientras la precisión es voluntaria, algo puede ser perfecto sin ser necesariamente voluntario ni requerir habilidad. Todos hemos experimentado un un tiro a puerta que se convierte en gol o una frase que refleja todo lo que hemos querido. La precisión, en cambio, nace de la necesidad de medir, sean palabras, distancias, tiempos... y eso es propio del avance. Es parte pasión y mitad paciencia. «Ante la imprecisión del mundo natural, no habrá nada que sobreviva, no importa lo preciso que sea», es una de las conclusiones de Winchester. Quizá porque hay cosas que no pueden medirse.

Una de ellas es la pasión que tenemos por avanzar. El problema, y este es precisamente uno de los ejes de este libro, estriba en la supervivencia del ser humano en un entorno en el que lo tecnológico nos ha creado una fuerte dependencia que incluso la propia Organización Mundial de la Salud reconoce como un trastorno. Los tratamientos por adicción al móvil crecen un 300 por ciento cada año. Dependemos de ellos, y esto es lo preocupante, no para comunicarnos, sino para no sentirnos solos, y en ese camino, nos apartamos de la realidad: retratamos los eventos y reflejamos las circunstancias… pero con poca frecuencia los vivimos.

ANSIAS DE PERFECCIÓN
Hace tres años se publicaba «Cronometrados. Cómo el mundo se obsesionó con el tiempo» (Taurus), en el que Simon Garfield hablaba de «nuestra obsesión con el tiempo y sobre nuestro anhelo por medirlo, controlarlo, venderlo, representarlo y darle sentido». Trayendo a colación asuntos de carácter histórico de los últimos doscientos cincuenta años, se estudiaba el momento en que, con el trasfondo de la Revolución Industrial y la invención del ferrocarril, el tiempo empezó a ser encapsulado hasta nacer el concepto de «puntualidad»; de modo que el tren cambiaría nuestra forma de valorar el tiempo más que ningún otro invento, pues la reducción de los desplazamientos influiría en el resto de horas disponibles. Este concepto de exactitud y precisión lo conoce a las mil maravillas el también periodista Simon Winchester, que dedica a ello una buena parte de «Los perfeccionistas. Cómo la precisión creó el mundo moderno» (traducción de Joaquín Díez-Canedo). Se trata de un muy popular autor británico que hace formidables libros divulgativos. El hecho de haber sido nombrado oficial de la Orden del Imperio Británico no debe extrañar al lector de este ensayo. Es un recorrido por los grandes inventores. Para empezar, John Wilkinson, creador de cronómetros que fueron claves para la Marina inglesa del siglo XVIII. Luego, surgen otros pioneros en el campo de la tecnología, con rigor científico e histórico, como Joseph Bramah y Henry Maudslay, en el ámbito de la cerrajería, a lo largo de unas páginas de jugosas anécdotas. Los campos son variados: las armas, los automóviles con los Royce-Rolls de fondo… Asuntos que nos llevarán a conocer los antecedentes de los aviones, las máquinas de rayos X, el telescopio Hubble, el microchip, el Smartphone y muchos más, lo que le lleva al autor a preguntarse: «¿Será esta ansia de perfeccion realmente esencial para la salud y la felicidad modernas, un elemento indispensable de nuestro ser?».
Toni MONTESINOS
▲ Lo mejor
Lo bien que explica el autor cómo y por qué la humanidad ha querido medirlo todo en la historia
▼ Lo peor
Quizá el inicio es en exceso personalista al referirse el autor a una anécdota familiar con su padre
Cargando...