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Historia

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Cuando el “pescaíto frito”se publicitaba en latín

“Tintinnabulum, opsonatus piscatorius” se denominaba la también autodefinida “Freiduría de pescado clásico”. En el siglo XIX el latín era un recurso más

Un plato de chopitos fritos
Un plato de chopitos fritos.La Razón

En el siglo XIX el latín era un recurso publicitario, como lo eran las menciones a Homero y las alusiones históricas al Renacimiento o la Edad Media y a figuras de la mitología clásica, como puede comprobarse en la publicidad impresa por una “Freiduría de pescado clásica” que se ubicó en la Campana, en el mismo centro de Sevilla.

“Tintinnabulum, opsonatus piscatorius” se denominaba la “Freiduría de pescado clásico” en la que se guardan rigurosamente todas las reglas del arte que se ubicaba en el número 4 de la Campana, según reza en la cuartilla impresa que alguien guardó en un libro del XIX y que un bibliófilo ha hallado por casualidad.

La cuartillarescatada por Efe es una muestra de cómo han variado los recursos publicitarios en los dos últimos siglos, ya que comienza con una loa a Cádiz, sus gentes y su historia para luego hacer un llamamiento, ”Entrad, pagad y probad”, con una advertencia: “Al que no paga el pescado le sabe mal y se le indigesta”, sentencia que se atribuye nada más y nada menos que a Hipócrates y Galeno.

El humor, el latín, las referencias históricas y, en definitiva, una aquilatada cultura asoman a este papel volandero que reproduce un texto denso de 32 líneas y no menos de trescientas palabras, en negritas, versalitas y redondas, así como dos notas a pie de página.

El primer párrafo del pasquín, que salió según su pie de imprenta de la que hubo en los número 6 y 8 de la calle Murillo, dice así: “Cádiz, la perla de los mares de Occidente, la patria de los Balbos, la aliada de Roma, la que tuvo a reyes por dumvirus, no fue menos celebrada desde la antigüedad más remota por el ingenio de sus hijos, por la riqueza de sus comerciantes, por la audacia de sus marineros, por la gracia irresistible de sus bailarinas, que por la habilidad en preparar los delicados peces que la red traidora aprisiona entre las olas de esmeralda que la besan”. Y añaden: “¿Queréis convenceros? ¿sois literato? pues leed a Strabon. ¿Sois hombre positivo que no se fía de autoridades ni de citas? Pues acudid al Tintinnabulum”.

Posteriormente, se interroga el pasquín: “¿Cuándo comido pescado frito aun los que habéis visitado los celebrados ventorillos de Puerta de Tierra? Ah, lo que llamáis pescado frito es al que nosotros os ofrecemos como la bárbara leyenda de la Edad Media a la epopeya de Homero, como los brocados de Minerva a las telas de araña o de Ariadna”.

Además, fabula con el origen de la receta del “pescaíto”: “Con ayuda de una receta encontrada en las ruinas de Pompeya en la casa de un ‘opsonator’ gaditano en un ‘papyrus bilingüe’, hemos llegado a alcanzar aquel dificilísimo ‘puntum’ de Horacio que constituye lo perfecto lo mismo en las sartenes que en el arte (...) Desde hoy a nadie extrañará que los romanos estimaran en más y pagaran mejor al cocinero que al poeta, ni que el freír pescado fuera reputado una de las artes liberales, como lo declara perfectamente el gorro de manumitido que se colocaba sobre las lampreas del lago de Fusco.

Y concluye: “El secreto de la antigua Gades se ha descubierto al fin. El clasicismo ilumina por segunda vez el mundo. El siglo XVI fue el siglo del renacimiento de las letras. El siglo XIX será llamado en adelante el siglo del renacimiento del pescado frito”.