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Crítica de “El monstruo de St. Pauli”: Hogar, repulsivo hogar ★★★☆☆

Un fotograma de "El monstruo de St. Pauli"
Un fotograma de "El monstruo de St. Pauli"ImdbImdb

Dirección: Fatih Akin, según la novela de Heinz Strunk. Intérpretes: Jonas Dassler, Margarete Tiesel, Katja Studt. Alemania-Francia, 2019. Duración: 115 min. Drama. Filmin.

Las fotos que aparecen en los créditos finales de “El monstruo de Sant Pauli” parecen buscarse un lugar en los restos de la ignominia para que la realidad la legitime. Así las cosas, el papel pintado grasiento, las botellas de alcohol a medio vaciar, el olor a carne humana podrida del repulsivo apartamento de Fritz Honka, ese ser deforme que, borracho de lujuria atrasada, colecciona cadáveres femeninos que han decidido compartir con él su último trago, son copias literales de su piso del barrio rojo de Hamburgo. Porque sí, nos dice Fatih Akin en la mejor tradición del ‘true crime’: a principios de los setenta, Honka paseó su joroba, su mirada bizca y su pelo casposo desde el bar “El guante dorado” hasta su casa en el barrio de Sant Pauli para matar a cuatro mujeres, descuartizarlas y almacenarlas en estantes y rincones secretos de su hogar, asqueroso hogar. Si, por tanto, la película es antipática, hostil y repugnante es porque la realidad fue así.

La dramatización del caso Honka no persigue como objetivo ni el suspense ni la empatía, aunque Akin, de tanto seguir al asesino, esté a punto de obligarnos a entenderle. A medio camino entre el Fassbinder más sórdido y el Jorg Buttgereit más ‘mainstream’, el filme está atravesado por un espíritu behaviorista; es, simple y llanamente, la descripción de un comportamiento psicopático, acompañado del ofuscado, maloliente retrato de una parada de monstruos en la que Akin se atreve a incluir a las víctimas. Es cierto que la película pone en crisis su propia credibilidad con algunas decisiones de guion, e intenta dispersar la atención del espectador con una subtrama de deseo juvenil que podría haberse quedado en el suelo de la sala de montaje, pero, al contrario que otras obras de su autor celebradas en festivales (pienso en la infecta “En la sombra”), se agradece su alergia a la comodidad.

Lo mejor

La sordidez realista de la dirección artística del apartamento del protagonista y su bar preferido.

Lo peor

Es poco cuidadosa con algunos aspectos del guion que dispersan su punto de vista.