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La escritora Marieke Rijneveld renuncia a traducir a Amanda Gorman por presiones raciales

La ganadora del International Booker Prize más joven de la historia había sido aceptada por Gorman como traductora, pero cedió ante una campaña para que fuera una autora negra

Marieke Rijneveld RENUNCIA A TRADUCIR A AAMANDA GORMAN POR PRESIONES RACIALESMarieke Rijneveld op het poëziefestival Het Tuinfeest in Deventer*6 augustus 2016
Marieke Rijneveld RENUNCIA A TRADUCIR A AAMANDA GORMAN POR PRESIONES RACIALESMarieke Rijneveld op het poëziefestival Het Tuinfeest in Deventer*6 augustus 2016OskardebotWikimedia Commons

Marieke Lucas Rijneveld fue la ganadora del International Booker Prize en 2020, la persona más joven de la historia en conseguirlo. Nació en el campo y se educó en la Holanda que apenas se enseña, la ganadera y rural. La experiencia del fallecimiento de su hermano le impulsó a escribir «La inquietud de la noche», la novela con la que se convirtió en la gran sensación de las letras de su país y que le permitió dejar atrás años de acoso escolar, porque Marieke Lucas tiene dos nombres y como tal no se considera ni mujer, como el primero, ni hombre, como el segundo apelativo. Se autodenomina “no binaria”. Y en el colegio se lo hicieron pagar.

Por lo tanto, Marieke es, además de un gran escritor (pide que se le apliquen ambos géneros indistintamente), alguien que sabe lo que es la incomprensión y el insulto. Por eso, cuando le propusieron traducir a la poeta Amanda Gorman al holandés no lo dudó: «En un momento de creciente polarización, Gorman muestra con su voz joven el poder de la palabra hablada, el poder de la reconciliación, el poder de alguien que mira hacia el futuro en lugar de mirar hacia abajo. Cuando me pidieron que la tradujera, todo lo que pude hacer fue decir que sí y apoyarla», escribió ilusionada en sus redes sociales.

Gorman es la voz de moda de las letras estadounidenses, la estrella de la toma de posesión de Biden, la encarnación de la nueva América aclamada por Michelle Obama y Oprah Winfrey. Marieke había recibido el encargo de traducir a su idioma «The Hill We Climb» («La colina que ascendemos»), el poema que la afroamericana recitó en tan histórico evento robando el protagonismo al nuevo presidente. Cuando ésta se enteró de quién sería la encargada de su traducción, se mostró encantada por tratarse de alguien joven que alcanzó la fama temprano y que conocía la cruda realidad de crecer en un entorno hostil.

La situación era perfecta porque unía a dos grandes talentos jóvenes y modernos, dos promesas literarias. La holandesa ya se había puesto manos a la obra y estaba feliz cuando la periodista y activista Janice Deul comenzó una campaña contra la elección. Consideraba que quien pusiera en holandés ese discurso-poesía debía ser «un artista de la palabra, joven, mujer y negra sin pedir perdón por ello». Y Marieke incumplía flagrantemente el último punto de estos requisitos y, quizá, solo cumplía a medias el penúltimo. La campaña en su contra subió de temperatura y quebró el aguante de la holandesa. Marieke renunció públicamente al trabajo para incredulidad del colectivo de los traductores a lo largo y ancho del mundo. ¿Hasta qué punto debe haber una identificación entre el autor y su traductor? ¿Puede una mujer traducir la obra de un hombre? ¿Deben tener las mismas ideas políticas? Algunos de ellos ironizaban en Twitter: «Cuando escriba algo, espero que a quien me traduzca le gusten las croquetas». Otros pedían solo seguidores del Barça para sus proyectos literarios. Lo más sorprendente de todo fue la docilidad de la propia editorial ante las presiones: «Buscaremos un equipo con el que trabajar para conseguir la mejor traducción posible». Aunque quizá acaben de echarla por tierra.