El dolor de Mahler y el nuestro
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Obra: «La canción de la tierra», de Mahler. Tenor: Piotr Beczała. Barítono: Matthias Goerne. Orquesta Nacional de España. Director: David Afkham. Auditorio Nacional. Madrid, 28-III-2021.
La OCNE programó esta semana la dolorosa sinfonía vocal escrita por Mahler en 1908, un año después del verano en que falleció su hija Maria Anna y que se le detectase una dolencia cardiaca de la que acabaría falleciendo apenas tres años más tarde. La vitalidad de la «Octava sinfonía» daría paso a la dolorosa contención de «La canción de la tierra». Al regreso de su visita al Metropolitan neoyorquino, donde dirigió «Tristán», se fijó en en los poemas «Die chinesische Flöte», tomando siete de ellos para componer lo que bien podría calificarse de sinfonía, dada la unidad de la partitura. Quizá el temor a numerarla como tal le llevó al título hoy conocido.
Estamos ante una obra difícil, tanto para sus intérpretes como para el público, dominada por un espíritu contemplativo y nostálgico que inicialmente precisaba una muy amplia plantilla orquestal, si bien no la de los «Sinfonía de los mil». Esta plantilla original hubiera sido prácticamente imposible de llevar a una sala de conciertos en estos meses, por lo que la OCNE ha recurrido a la reducción de Glen Cortese de 2006.
Una vez más hemos podido comprobar la problemática de estas versiones reducidas, que suelen plantear discutibles balances sonoros en los que la cuerda pierde presencia frente a los vientos. Así ha sucedido en el Auditorio Nacional. Fue muy evidente en el mismo inicio de la composición, en el que además a David Afkham se le fue de la mano el volumen, apagando al tenor Piotr Beczala. Por lo demás resultó una dirección muy eficaz, en la que se demostró tanto la excelente compenetración del titular de la OCNE con este repertorio como la buena forma de la agrupación a pesar de estos tiempos. Tanto el tutti como las intervenciones solistas estuvieron impecables.
Ha habido muchas cosas admirables y sorprendentes esta semana en Madrid, con una media docena de conciertos de primer nivel que ya desearía cualquier capital europea en cualquier momento y no digamos ahora. Una de estas cosas es la presencia de dos solistas de la categoría de Piotr Beczala y Matthias Goerne como solistas. Afortunadamente nada les impidió viajar. La voz del tenor es un lujo y sus tres intervenciones remarcables. La del barítono ha perdido consistencia, pero ahí sigue su «saber decir», sus matizaciones, sus medias voces y también su engolamiento. «La despedida» supuso toda una lección interpretativa.
Fueron muchas las ovaciones del público y es de imaginar la felicidad que debió envolver a ambos artistas al saludar, conscientes de los pocos sitios del mundo en los que es posible un concierto así. Madrid es Madrid. Una felicidad que contrastaba con el espíritu doliente de la partitura y el nuestro propio.