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Crítica de “Una veterinaria en la Borgoña”: auscultando el mundo rural ★★★☆☆

En "Una veterinaria en la Borgoña", Noémie Schmidt tendrá que aparcar su agitada vida parisina para ejercer en un apartado pueblo del agro galo
En "Una veterinaria en la Borgoña", Noémie Schmidt tendrá que aparcar su agitada vida parisina para ejercer en un apartado pueblo del agro galoLa Razón

Dirección y guión: Julie Manoukian. Intérpretes: Clovis Cornillac, Noémie Schmidt, Lilou Fogli, Carole Franck, Caroline Gaget. Francia, 2019. Duración: 92 minutos. Comedia.

Qué mal cae al principio Alexandra, una jovencita más seca que un bacalao y arisca como algunos gatos callejeros. A qué extrañarnos que su mascota sea un ratón «porque solo viven dos años»... Y, para remate, tras acabar los estudios, la solitaria chica quiere encerrarse en un despacho para estudiar los virus que ciertos animales transmiten a los humanos. Qué malos recuerdos. Mientras, en la Borgoña, plena Francia rural, Nico, el último veterinario de la zona, lucha por salvar la clínica y, de paso, que su familia siga aguantando los horarios draconianos que padece. Cuando Michel, mentor de Nico, anuncia que se jubila, éste confía en la antipática Alexandra para que lo sustituya, pero la protagonista no piensa volver al pueblo de la infancia. Paulatinamente vamos descubriendo las razones de ella, las hostilidades iniciales de los habitantes de la zona siempre con el forastero (y más, si es mujer) en una película tan bonita, tan calma como los paisajes y las inocentes fiestas locales. A poco que nos tienten, lo mismo pillamos el bus y cambiamos de vida.