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Premios Oscar: entre la necesaria diversidad y el activismo de salón

La gala se celebrará el domingo entre las medidas a las que obliga la pandemia, los ecos del #MeToo y el clima de tensión racial por los atentados contra la comunidad negra y la asiática
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  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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La última vez que alguien alzó al cielo del Dolby Theatre de Los Ángeles, cual ofrenda ritual, los 3.850 gramos que pesa la estatuilla más preciada del séptimo arte –Bong Joon-ho a la Mejor Película por su inapelable «Parásitos»–, el mundo apenas sabía qué era ese virus tan contagioso del que ya se registraban casos en Europa mientras Hollywood se encontraba en plena fase de reconstrucción. A la sazón, el estomagante escándalo Weinstein y su posterior y natural respuesta feminista o el lavado (y ya nunca jamás pintado) de cara del «star-system» de la Meca del cine, ahora debía empezar a acoger a esa «otredad» que, en realidad, ya es mayoría: negros, asiáticos y latinos empezaron a reclamar un sitio que, hasta económicamente, les es legítimo.
Justo entonces llegó la pandemia, retrasando todos los rodajes y poniendo en jaque a una industria que pasó de facturar 42.000 millones de dólares en 2019 a apenas 12.000 durante el año pasado. La pérdida de hasta un tercio del negocio, por supuesto, supuso el retraso de la temporada de premios, que normalmente comienza en agosto y termina en febrero y que este año, con sopor y aburrimiento por lo predecible, nos ha llevado desde la primera semana de septiembre hasta casi la primera de mayo con un título ya en mente: «Nomadland».
La película de Chloé Zhao («The Rider») se alzó con el León de Oro en Venecia y se destacó rápidamente como lo más «potable» del cine tradicional, ese que busca venderse en los festivales y se sigue estrenando en salas. Al otro lado del cuadrilátero, en lucha fratricida y, por qué no decirlo, algo primitiva, se encontraba «Mank», la súper producción de una Netflix que supo seducir a David Fincher más con el verde que en el blanco y negro en el que narra cómo se escribió «Ciudadano Kane». Así la pugilística entre los caciques, en el combate entre mujer asiática y cine en salas contra hombre blanco en «streaming», política y justa o no, la decisión se siente más que obvia incluso antes de la gala.
La verdadera pelea, pues, ya sin lanzas y con bastantes menos ejercicios publicitarios que otros años –en lo pre-pandémico queda lo de airear en enero los trapos sucios de quien interese–, seguirá disputándose alrededor de esa hoguera de las vanidades tan atractiva como hipócrita: Emerald Fennell, favorita al guion original por «Una mujer prometedora», abandera un discurso reivindicativo sobre el papel de la mujer, pero no puede dejar atrás su pasado como pija sin disculpa en Inglaterra y los trazos de un feminismo que resultaba radical, quizá, en los ochenta; «Minari» ha jugado a ser asiática, pero se trata de una producción estadounidense que, encima, romantiza las vicisitudes de emigrar por necesidad; y el genial Aaron Sorkin, creyéndose por encima del bien y del mal, se toma licencias históricas indignas en «El juicio de los siete de Chicago».
El año más Soderbergh
La ceremonia, que tendrá lugar en la madrugada del domingo al lunes, será dirigida con mano de hierro por el adrenalínico Steven Soderbergh. A nadie se le escapa, con más o menos humor, que la elección del realizador de «Contagio» para producir la gala es una especie de guiño a su predicción hecha filme y, quizá, también un premio de consolación después de obviar su «Déjales hablar», con Meryl Streep. Sea como sea, el director de «Erin Brockovich» lleva desde febrero maquinando una ceremonia lo más dinámica posible, con el menor número de invitados pendientes de su conexión inalámbrica e, incluso, con las habituales actuaciones musicales fuera del grueso de la ceremonia, pasando a ocupar el programa previo. Laura Pausini, H.E.R. o Leslie Odom Jr. se pasarán el metafórico micro en actuaciones grabadas mientras diversos presentadores hacen un «picoteo» de la previsiblemente deslucida alfombra roja.
Descartada la figura del presentador carismático (pese a que Dwayne “The Rock” Johnson tenga la agenda despejada), la Academia optará por el «giratutti» de los últimos años. Esto es, una sucesión de los rostros más conocidos del firmamento hollywoodiense: así, Joaquin Phoenix, Laura Dern, Renée Zellweger, Harrison Ford, Zendaya y Halle Berry ya han confirmado su presencia.
El patrón oro de la industria
Calculadamente tibios en esa batalla encarnizada entre la necesaria inclusión de los que se habían ido quedando atrás –siempre que sean guapos y ricos– y el activismo de salón de un país roto por el racismo y la desigualdad que no puede arreglar un par de estatuillas, los Oscar de este año parecen optar por declararse como un sonoro fin de fiesta al año más complicado para la industria del séptimo arte desde la década de los cuarenta. Habrá tiempo de reencontrarnos, pero, por el momento, toca cerrar el negro capítulo del coronavirus. El colofón de ese año al que sobrevivimos peligrosamente, y cuyo eco seguirá resonando en el cine con sello estadounidense, promete aprender más de la solemnidad de galas como la de los Goya o los Bafta, ajenas a lo más frívolo, y mirar menos hacia los Globos de Oro y ese bochorno con el que comenzó el año.
Nazca como nazca, la criatura de Soderbergh tendrá encima 30 millones de pares de ojos solo en Estados Unidos (y unos 100 alrededor de todo el mundo), por lo que, nos guste o no, nos parezca hipócrita, impostado, necesario, crucial o solidario, los premios de la Academia de Hollywood seguirán siendo el «patrón oro» de la salud de la industria.

LA QUINIELA

Por SERGI SÁNCHEZ
MEJOR PELÍCULA
GANARÁ: “Nomadland”
DEBERÍA GANAR: “Mank”
MEJOR DIRECCIÓN
GANARÁ: Chloé Zhao
DEBERÍA GANAR: David Fincher
MEJOR ACTOR
GANARÁ: Anthony Hopkins
DEBERÍA GANAR: Riz Ahmed
MEJOR ACTRIZ
GANARÁ: Carey Mulligan
DEBERÍA GANAR: Carey Mulligan
MEJOR ACTOR DE REPARTO
GANARÁ: Daniel Kaluuya
DEBERÍA GANAR: Daniel Kaluuya
MEJOR ACTRIZ DE REPARTO
GANARÁ: Youn Yuh-jung
DEBERÍA GANAR: Amanda Seyfried