“Castelvines y Monteses”: Lope de Vega canta en italiano ★★★☆☆
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Autor: Lope de Vega (versión de Sergio Peris-Mencheta y José Carlos Menéndez). Director: Sergio Peris-Mencheta. Intérpretes: Paula Iwasaki, Andreas Muñoz, María Pascual, Xabi Murua, Natxo Núñez, Gonzalo Ramos… Teatro de la Comedia, Madrid. Hasta el 13 de junio.
Muy acertada idea, por parte de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, la de incorporar a su programación –en una coproducción con la compañía Barco Pirata– “Castelvines y Monteses”, una obra muy poco representada que Lope de Vega escribió, tal y como hiciera Shakespeare con “Romeo y Julieta”, a partir de la leyenda de los amantes de Verona, sobre la cual ya habían publicado muchos años antes sendos relatos los escritores italianos Luigi da Porto y Mateo Bandello. Si en manos del Bardo el argumento devino, como todo el mundo sabe, en trágico melodrama, en la pluma de Lope, por el contrario, la historia se construye dentro de las lindes de esa comedia amorosa que él, sin banalizarla nunca, supo dominar como nadie.
En su propuesta, el director Sergio Peris-Mencheta ha tratado de exprimir, todavía más, por un lado, la frescura en torno a la pulsión amorosa que aporta el texto original; y, por otro lado, la encomiable agilidad dramatúrgica de Lope. El resultado es una función vibrante, veloz, técnicamente compleja y muy cuidada en todo lo que tiene que ver con su lenguaje escénico; una función que, además, entra directamente en el género musical, para acentuar su tono desenfadado y aun gamberro, salpicando la trama de continuas y reconocibles canciones italianas que se ensamblan con gran destreza en la acción. Hay escenas diseñadas con gran ingenio, sorprendentes y originales en su composición; y hay un trabajo musical y coreográfico admirable de todo el equipo artístico, y también del propio elenco.
Sin embargo, en esa apuesta por dotar la obra de una inusitada y moderna dimensión espectacular, se ha sacrificado en exceso la propia evolución dramática y psicológica de los personajes y, con ella, la hermosa literatura que ha de soportarla. Podría decirse que el texto se ha diseminado entre los protagonistas en virtud de establecer un juego coral que, francamente, resulta muy dinámico y vistoso; pero impide ver la progresión particular de esos caracteres en todo su esplendor; su manera individualizada de sentir, de padecer y de dudar en la atribulada consecución de sus tretas amorosas.