John Gooch: “El populismo debe a Mussolini el uso de los medios”
El historiador publica «La guerra de Mussolini», donde analiza al líder del fascismo y su capacidad militar
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Desde el triunfo hasta su caída. El historiador inglés John Gooch publica «La guerra de Mussolini» (La esfera de los libros), una mezcla de relato militar y retrato humano del líder del fascismo. Una obra para entender sus debilidades como estratega militar, pero, también, entender su popularidad.
–¿Cómo un profesor de escuela arrastra a tanta gente?
–Mussolini no era el charlatán que decían los noticieros extranjeros. Tampoco un fanfarrón, como le gustaba creer a una generación anterior de historiadores. Podía ejercer un fuerte poder sobre los hombres y, en su caso, sobre las mujeres. Tenía menos carisma, pero sí personalidad. Fue un autodidacta con un conocimiento pasajero de la filosofía y la historia. Mussolini resultó un hábil político de la plaza y un periodista eficaz. Como Hitler, su objetivo era el poder, que quería utilizar para reconstruir Italia a través de la guerra, y despreciaba a los seres inferiores. Pero no pretendía, al menos hasta 1938, erradicar a los judíos. Su popularidad se basaba en logros económicos y sociales, y en una creación de imágenes elaborada: a menudo se le filmaba desnudo hasta la cintura ayudando con la cosecha. Hacía sentir a los italianos que contaban para algo. A partir de 1942, su popularidad disminuyó con las derrotas y la escasez de alimentos.
–Se contradecía entre sus ambiciones y falta de conocimientos militares.
–Las ambiciones imperialistas de Mussolini fueron alimentadas por una mezcla de ambición y arrogancia. Su objetivo era recuperar el lugar «legítimo» de Italia entre las potencias y construir un nuevo Imperio Romano en el Mediterráneo. Se basó en la intuición política y su capacidad para detectar las oportunidades en la situación internacional. Entonces, esperaba que sus fuerzas armadas tuvieran éxito. Sus políticas nunca se basaron en consideraciones militares. Las cosas funcionaron al revés: las realidades militares estaban atadas a los sueños políticos
–¿Mussolini sabía que no estaba preparado para la guerra?
–En 1940, estaba bien informado sobre sus fuerzas armadas y sus recursos económicos. Veía al jefe del estado mayor general de las fuerzas armadas un promedio de dos veces al día. Italia, pensó, estaría lista para unirse a una guerra junto a la Alemania nazi en 1943 (aunque sus asesores le dijeron que no estaría lista hasta 1945 o más tarde). Cuando Francia colapsó, apostó por una guerra corta. Si las cosas hubieran permanecido así, la historia habría sido diferente. El ataque de Hitler a Rusia y Japón a EE.UU., convirtió una guerra europea en una mundial y manifestó la debilidad de la Italia fascista.
–¿Los populismos le deben algo a Mussolini?
–El populismo ha disfrutado de una larga vida y está lejos de terminar. Levantó la cabeza a fines del siglo XIX en Estados Unidos, atrajo el apoyo de Francia en la década de 1950 y hoy está vivo en EE. UU. y otros lugares. Mussolini usó tropos populistas para movilizar a las masas. La deuda más significativa que los modernos populismos, y la política en general, tienen con Mussolini es instrumental: su uso de los medios para moldear y dominar el estado de ánimo popular.
–En la actual política italiana queda algo del fascismo.
–En lo que respecta al Estado italiano, queda poco de una «herencia de Mussolini». El proceso de desfascistización fue complicado, pero en 1970 había terminado. Hay al menos un partido en la arena política actual, el «Fratelli d’Italia», que, según las encuestas, tiene alrededor del 20 por ciento de los votos y para el cual la experiencia nacionalista de los años de entreguerras resuena con fuerza. Un segmento del electorado se siente atraído por una perspectiva nostálgica de extrema derecha sobre la historia nacional. Respecto a la Europa de hoy, la tentación de salir de la modernidad volviendo a mitos del pasado y la grandeza nacional está muy extendida.
–¿Estamos olvidando las lecciones de este tiempo?
–El fascismo arraigó debido a una creciente insatisfacción con el sistema parlamentario, una sensación de humillación internacional y graves dificultades económicas. Cuando fue movilizado por Hitler y Mussolini, representó el mayor desafío para la democracia. Esto nos dice que en la política el contexto es importante y nos aconseja que tengamos cuidado con las personas a quienes confiamos el poder.
–¿La política se radicaliza?
–Hay razones para esperar que se pueda evitar. El fascismo y el nacionalsocialismo se propusieron romper el orden internacional y destruir la democracia. Hoy se están realizando esfuerzos para restablecer un sistema internacional democrático con base jurídica. Si esto tiene éxito, se contendrán las amenazas del nacionalismo extremo. Si fracasan, el extremismo volvería a amenazar el orden mundial.