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La palabra como última salvadora de la memoria

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«Soy un cuerpo desnudo en el agua transparente que no recuerda y espera», revela Aza en un poemario –y seis textos en prosa poética–, construido para indagar en los confines de la identidad con la memoria como faro y sustento, y la palabra desabrigada como única herramienta. La luz incandescente de su verbo delata los estados de la conciencia hasta cotas transpersonales y se diluye, con éxito, en un idioma transparente que fluye hasta dejarse mecer por la gravedad; sencillo hasta la humildad trapense. Aza es dueña de una lírica capaz de ascender a las simas del secreto, más allá del monte Carmelo, y descender hasta el averno de Rimbaud. «He bordado un cuchillo para cubrir mi alma / y el verso regenera los sueños inmediatos» y sabemos que no hay redención posible sin la espera, recipiente donde la memoria rebosa en el presente para dotarle del único sentido posible: la búsqueda. Y así, en encuentro con lo real colma al peregrino de sí mismo, que por fin se reconoce en el Vacío.
Tiempos de sombra
La duda antigua y la incertidumbre desaparecen, pues la poeta tiene las cosas claras: «Somos lo que la memoria nos permite, solo eso» y la capacidad de sorpresa aflora como identidad, en detrimento del conocido territorio del pasado. No faltará la musicalidad en este itinerario por la condición humana en tiempos de sombra. En un ritmo de cuatro por cuatro, seguimos el eco de sus melodías a través de un itinerario donde lo íntimo se desborda a través de un bestiario híbrido de flora, ave, insecto y luz. «La babosa negra no es poesía. Es mimetismo. Es la ocultación en la forma errónea...».
Experiencia plena del doloroso instante presente que hace pender de la eternidad a la poeta en este río de fugas y preludios que desembocan en una unidad lírica de rara exactitud. Las evocaciones al amante culminan en la celebración del asombro y la imagen como vehículo para transportarnos hasta el final del paisaje y ayudarnos a ser redimidos de nuestra insignificancia... Pero ese final es el comienzo de la identidad y la revelación de la sorpresa... un sacramento ausente de sombra. No es un libro de licencias poéticas vacuas; no se busquen en él caireles porque es un poemario de sencillez y obediencia a la búsqueda, en el que se logra la fusión de los contrarios como medio para alcanzar lo intangible. En definitiva, una invitación a la reflexión acústica y mística, pintada con acuarelas encarnadas, tras un intenso paseo por las estepas del alma..
• Lo mejor
El temblor y la emoción, inexplicables, que emanan unos versos perfectamente cincelados y forjados
• Lo peor
Una disposición distinta de los poemas habría hecho brillar más este magnífico texto.

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