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Crítica de “Amor, amor, catástrofe”: amor por correspondencia

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La Razón

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Autoría: Julieta Soria. Dirección: Ainhoa Amestoy. Intérpretes: Juan Cañas / Daniel Ortiz, Lidia Navarro y Lidia Otón. Teatro Español (Margarita Xirgu). Desde el 5 hasta el 23 de mayo de 2021.
Honesto, bonito y muy difícil trabajo el que ha hecho el equipo artístico de “Amor, amor, catástrofe” para tratar de poner en escena la secreta relación amorosa que mantuvo el escritor Pedro Salinas con la hispanista estadounidense Katherine Withmore. Una relación bastante curiosa -por cuanto fue más bien platónica y se desarrolló, sobre todo, de forma epistolar- que, desde luego, no pudo dar mejores frutos literarios, pues fue esta mujer quien inspiró al poeta madrileño la extraordinaria trilogía compuesta por “La voz a ti debida”, “Razón de amor” y “Largo lamento”. Tomando como base las cartas que la propia Whitmore, ya en su vejez, decidió legar a la posteridad -alentada por Jorge Guillén, y muchos años después de la muerte de Salinas-, Julieta Soria ha escrito una función sorprendentemente arriesgada y original.
Es arriesgada por la fragilidad y la inconsistencia -hablo, claro está, desde un punto de vista puramente teatral- que ofrecía a priori el material que manejaba (baste señalar, a este respecto, que de las cartas reales solo conocemos las remitidas por Salinas); sobre este material, la autora ha tenido que crear prácticamente desde cero, dotándolos de suficiente empaque y verosimilitud para competir con Salinas, los personajes de Whitmore y de Margarita Bonmatí -esposa del poeta y tercer vértice en la obra del triángulo amoroso-. Y, además, es original por la mixtura del lenguaje que emplea, pues, si bien el espectáculo es de naturaleza poética, con una clara predominancia del concepto y de la carga semántica de la palabra -al igual que en la propia escritura de Salinas-, la dramaturga no ha querido dejar de lado la acción dramática, aunque aparezca supeditada a esa palabra más poética. Sobre el papel, todo está resuelto con destreza, conocimiento e inteligencia; pero sería difícil que no resultase un poco ladrillo en el escenario sin una directora tan ágil, tan propensa al juego y tan pendiente del movimiento escénico como es Ainhoa Amestoy.
Con ella, esto puede ser cualquier cosa menos aburrido. Es estupenda la atmósfera de permanente lirismo que ha creado para dar carnalidad a los personajes y cobijo a su interrelación; todo es tan imaginario y a la vez tan verdadero como ha de ser un buen poema. Y, si eso se percibe desde el patio de butacas, es gracias también, cómo no, al trabajo de tres actores que han sabido entender a la perfección la dimensión poético-dramática de la propuesta y se han plegado a ella con gran ductilidad.

Lo mejor

Todo el equipo artístico sale más que airoso de un reto que, a priori, podría parecer una temeridad

Lo peor

El material epistolar que sirve de base ofrece en realidad muy pocas posibilidades dramáticas

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