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Danzas y pinturas rutilantes

Alondra de la Parra en acción
.Felix Broede
La Razón
  • Arturo Reverter

    Arturo Reverter

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Obras de Revueltas, Copland y Milhaud. Orquesta Nacional. Directora: Alondra de la Parra. Auditorio Nacional, Madrid, 14-V-2021.
Alondra de la Parra (Nueva York, 1980), de quien conocíamos ya cualidades y disposiciones, es una directora mexicana en constante proyección internacional. Ha dejado constancia de sus valores en esta visita al atril madrileño: impecable sentido del ritmo, capacidad para el “rubato”, claridad de gesto, animación constante en el podio, facilidad para la clarificación de planos, vigor y sensibilidad. Todo ello ha resplandecido de modo muy natural en esta actuación, muy aplaudida por el público.
Se nos proponía un programa la mar de divertido, todo el del siglo XX, y marcado por el sello de lo bailable, por el chisporroteo de una variada y penetrante instrumentación, con brillos tímbricos ora agrestes ora tornasolados. Tres obras muy características de sus respectivos autores, por otra parte tan distintos, con la tan evocadora “Homenaje a García Lorca”, del también mexicano Silvestre Revueltas (recordemos su famoso “Sensemayá”), un reclamo de la lucha “contra la oscuridad que sepulta las conciencias”.
La trompeta de Blanco se exhibió en el austero y climático comienzo (“Baile”), seguido de características disonancias propias del estilo del compositor. Los silenciosos arpegios, el toque fúnebre del segundo fragmento (“Duelo”) se tornaron en brillantes acentos, en marchosos ritmos en la tercera parte (“Son”). Ahí se lució la cuerda aguda. Orquesta y directora impulsaron la interpretación con mucha marcha.
El poético y descriptivo inicio de la suite de ballet “Primavera Apalache”, de Aaron Copland (1944), fue servido estupendamente en esta ocasión, con adecuadas pinceladas de extrema suavidad, con pasajes contemplativos bien observados, con la animación jubilosa de otros instantes en los que la fiesta resplandece, incluidos los pasajes en “fugato” y los contratiempos exigidos y la plasmación muy gráfica de las variaciones del antiguo himno “Simple Gifts”. Y siempre con atención al dibujo de las mecedoras melodías, que acaban por otorgar un aire curiosamente romántico a la obra.
La sesión se remataba con otra composición en la que el factor rítmico es clave: “El buey sobre el tejado” de Darius Milhaud (1920), curiosa composición edificada sobre la falsilla de un rondó y en la que tiene cabida un amplio conjunto de temas brasileños : tangos, sambas catiras, machichas, rumbas, incluso un fado portugués… Todo ello envuelto en una orquestación sabia y luminosa y un gran sentido del humor. Aspectos bien atendidos en la interpretación, con afortunadas intervenciones de las distintas secciones de la Orquesta. Anotamos por ejemplo, las diversas prestaciones de las violas o los precisos “pizzicati” de los chelos. Resultado sonoro global rutilante. Una diversión en la que todos lo pasamos estupendamente.