Muere Carla Fracci, bailarina y musa de la Scala
La artista italiana ha fallecido a los 84 años tras un tiempo luchando contra un tumor
La primera bailarina de la Scala de Milan y una de las más reconocidas y apreciadas en todos los teatros del mundo, Carla Fracci, ha muerto hoy a los 84 años, según confirman medios de comunicación italianos. La artista italiana, considerada gran diva del teatro y una de las mejores de ballet del mundo, ha fallecido víctima de un tumor que llevaba sufriendo bastante tiempo.
Es considerada una leyenda del ballet, un monumento nacional italiano. Nacida en 1936 en Milán, Fracci ha dejado en su legado artístico memorables interpretaciones, un baile con el que ha conquistado durante años a través de su concreción milanesa y la ligereza de la poesía. Protagonista tanto en el ballet clásico como en el mundo pop, Fracci conmovió con Giselle, así como conquistó interpretando a Sylphide, Julieta, Swanilda, Francesca da Rimini y Medea.
Y sus interpretaciones han sido exitosas no solo en Italia, sino alrededor de todo el mundo, pues la italiana ha actuado en grandes teatros: desde la Scala hasta el Royal Ballet, pasando por el Royal Swedish Ballet, el American Ballet Theatre o el Ballet de Stuttgart. Asimismo, ha trabajado con los bailarines también más excelentes de su gremio, como Erik Bruhn, Rudolf Nureyev, Mikhail Baryushnikov, Gheorghe Iancu, Vladimir Vasiliev, Henning Kronstam, Amedeo Amodio o Paolo Bortoluzzi, así como ha colaborado con coreógrafos como Cranko, Dell’Ara, Rodrigues, Nureyev, Butler, Béjart y Tetley, entre otros.
Estudió en la escuela de danza de La Scala, en la que debutó en 1955 y, rápidamente, se convirtió en la primera bailarina y, por tanto, musa de este icónico teatro. Respecto a sus inicios, Fracci confesó a una revista que “al principio no entendía el significado de los ejercicios, del sacrificio, del compromiso mental y físico. Luego soñé con ser peluquera”. No obstante, su talento floreció debutando como bailarina a los 12 años, siendo extra en “La bella durmiente” con Margot Fonteyn. Se graduó en 1954 y en 1955 llegó a la Scala para “La Cenicienta”. En 1958, con 22 años, fue ascendida a primera bailarina.
Cuativó tanto al público como a las grandes figuras de su época: si bien el poeta italiano Eugenio Montale la definió como “eterna bailarina”, Charles Chaplin se dirigió a ella, tras verla actuar, confesándole que “era maravillosa”.
Siempre se dedicó a llevar el ballet al gran público con apariciones televisivas, así como en el 2009 se convirtió en consejera de cultura de la Provincia de Florencia y luchó contra el desmantelamiento de los cuerpos de ballet de los teatros líricos
En el 2012 realizó un llamamiento al entonces presidente de la República, Giorgio Napolitano: “La danza clásica le ha dado prestigio a nuestro país y es triste que hoy se considere residual. Un arte noble como este no puede ser tratado como una cenicienta”.