Emmanuel Carrère gana el Princesa de Asturias de las Letras
El escritor y guionista francés se alza con un galardón que busca distinguir “la labor de cultivo y perfeccionamiento de la creación literaria en todos sus géneros”
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Emmanuel Carrère, escritor, guionista y realizador francés, ha ganado el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2021, según acaba de anunciar la Fundación. Nacido en París en 1957, a sus 63 años Carrère cuenta con una gran bibliografía, siendo reconocido a nivel internacional, principalmente, por cinco celebradas novelas de no ficción: “El adversario” (2000), “Una novela rusa” (2017), “De vidas ajenas” (2009), “Limónov” (2011) y “El reino” (2014).
Comenzó por los senderos habituales que marca la literatura, pero después ha acuñado un tipo de autoficción que ha convertido el nombre de Emmanuel Carrère en una referencia imprescindible de las letras francesas y europeas. De personalidad abierta, pero con unos evidentes acentos singulares, como si el estilo de su prosa también definiera su carácter o su manera de comportarse, el escritor declaró en una ocasión a este diario que «muchos pueden pensar que escribo en primera persona por narcisismo o egolatría, pero en realidad yo lo veo como un ejercicio de humildad. Sólo intento mostrar lo que yo he visto y he sentido».
Carrère es un escritor que sabe manejar las atmósferas inquietantes, que sabe ahondar en las almas humanas, manejar con maestría las tinieblas que abundan en ellas y describir sus más inquietantes vericuetos. Un equilibrista que maneja con desenvoltura sus propias crisis personales, que utiliza con prodigioso magisterio y gran destreza el género del yo, y que a la vez está dotado con una peculiar mirada que le ayuda a hacer una adecuada radiografía del mundo en el que nos desenvolvemos.
Pero no hay que caer solo en los méritos de su literatura personal y personalista, también es un astuto relator de semblanzas, como demostró con eficiencia en dos ocasiones: la biografía que dedicó a Philip K. Dick, «Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos», que forma parte de sus imprescindibles, y el perfil oscuro y humano que le dedicó a uno de los opositores de Valdimir Putin: “Limónov”, una obra indiscreta en los secretos, feroz en la sinceridad, dotada de blancos, negros y grises, que lo catapultó definitivamente al Olimpo literario y lo convirtió en uno de los autores internacionales más originales y de más talla.
El novelista, uno de los grandes popes actuales de la narrativa en su país y que ahora ha recibido el Premio Princesa de Asturias de las Letras, ha publicado hace tan solo unos meses su polémica «Yoga». Es un texto marcado por la separación de su mujer, que exigió que retirara todas las referencias a ella que hubiera incluido en el libro. Una demanda que llegó con abogados de por medio. Lo que comienza siendo su propia experiencia con el yoga y en cómo se practica, acaba derivando en una auténtica aventura personal y existencial que lo condujo hasta a un hospital psiquiátrico.
El escritor, en sus orígenes, ya venía timbrado con el prestigio que le aportaba su madre, Hélène Carrère, una renombrada experta en relaciones internacionales y especialista en política rusa (aquí ha publicado «Seis años que cambiaron en el mundo», sobre la caída de la Unión Soviética). Ella proviene de una familia aristocrática georgiana que sirvió al imperio ruso y que, a raíz de la revolución instigada por Lenin, fue defenestrada y cayó en la pobreza. Este apunte histórico y familiar después tendrá una enorme relevancia para él y será determinante para escribir su «Limónov», aunque no tenía demasiado peso cuando sacó su primera obra en 1983: «L’ Amie du jaguar», que le editó Flammarion.
En realidad, no sería hasta su siguiente trabajo cuando él empezaría a conseguir reputación y recoger los primeros aplausos y críticas positivas. «Bravura», publicada en 1984 y traducida al español ya en este siglo, recibió el Prix Passion ese año y el Prix de la Vocation, al siguiente. El eco de su escritura tardaría en llegar a España algo más. Aquí empezaría a convertirse en una referencia con un libro breve, divertido en la superficie, con cierto punto kafkiano y unos giros que imprimían una enorme tensión. El argumento era en apariencia sencillo, aunque en su interior anidaba ya una reflexión de cauces más amplios y que supone hoy una adecuada puerta de entrada al imaginario de este autor. Con la excusa trivial de un hombre que decide afeitarse el bigote que luce desde hace tiempo se adentra en una trama entretejida con una enorme pulcritud y un enorme sentido del humor negro que asciende en dramatismo.
Este primer pulso con la fama aumentaría un escalón más con la publicación de «Una semana en la nieve», también con ribetes inquietantes. Lo que vuelve a ser una historia en apariencia sin complicaciones, las vacaciones de unos chavales en una estación de esquí, irá derivando hacia un ambiente agobiante y opresivo, porque Carrère siempre parte siempre de la superficie, de lo anodino, para ir sumergiéndose en el interior de sus personajes, aunque ese personaje solo sea un reflejo de sí mismo.
Cuando daría su primera gran sorpresa sería con «El adversario». Esta novela lo convirtió ya en un autor clave. Retomaba un caso real, como hizo Truman Capote con «A sangre fría», y se internaba en la brumosa vida de Jean-Claude Romand, que en enero de 1993 mataría a su mujer, sus hijos y sus padres y trató después de quitarse la vida, aunque fracasó en el intento. Este hecho conmocionó a Francia. La investigación reveló que toda la existencia del criminal era inventada. De hecho, ni siquiera su profesión era real. No era médico. En las supuestas horas en que trabajaba se dedicaba a dar vueltas por un bosque. Todo lo que había a su alrededor era falso, aunque todos creían que era real. Para este libro estuvo en contacto con el protagonista y tuvo acceso a detalles que le sirvieron para pulir el libro. El resultado es un libro de esos que dejan impronta en la memoria.
A partir de aquí el ascenso de Emmanuel Carrère ha sido imparable. Ya no era solo un escritor, era toda una estrella de las letras. Cada uno de sus títulos se convertiría en un éxito de ventas. Hoy es casi una marca. Con una estética personalísima, una manera de contar que le procura un rostro literario propio, Carrère volvió a repetir éxito con «Una novela rusa» y, sobre todo, «De vidas ajenas», una obra desgarradora sobre la pérdida que tiene como trasfondo un tsunami. Pero el verdadero hito lo marca con «Limónov». Con este libro lo conocieron hasta aquellos que hasta entonces habían ignorado su presencia. A partir de aquí su estrella parece que siempre va en ascenso. «El reino» suponía una audaz inmersión en el origen del cristianismo. Una reflexión que parte de la fe que él mismo profesó en un momento de su vida y que ayuda a entrever el laberinto de sentimientos y emociones que rodean a este autor. Después ha venido este «Yoga», su último título, un texto marcado por la polémica y que ha salido este mismo año. Lo que vendrá después seguro que anida ya en alguna esquina de sus percepciones.
Junto a Leonard Cohen o Paul Auster
Así, la trayectoria literaria de Carrère recibe este premio, que está destinado a distinguir “la labor de cultivo y perfeccionamiento de la creación literaria en todos sus géneros” según detallan los estatutos de la Fundación Princesa de Asturias, recayó el pasado año en la poeta, ensayista y profesora de cultura clásica canadiense Anne Carson.
El galardón ha distinguido en ediciones anteriores la obra de Adam Zagajewski, John Banville, Antonio Muñoz Molina, Leonard Cohen, Paul Auster, Claudio Magris, Arthur Miller, Augusto Monterroso, Günter Grass, Philip Roth, Carlos Fuentes, Camilo José Cela, Mario Vargas Llosa y Juan Rulfo, entre otros.
Así, este premio se suma a una XLI edición de los Princesa de Asturias ya bastante avanzada. Este año ya se han concedido los premios de las Artes, a la serbia Marina Abramovic, máximo exponente de la “performance”; Comunicación y Humanidades, a la periodista y escritora estadounidense Gloria Steinem, icono del feminismo moderno; Ciencias Sociales, al economista indio Amartya Sen, conocido por su trabajos sobre la teoría de la elección social, el desarrollo humano y el bienestar económico, y el de Deportes, a la nadadora Teresa Perales, ganadora de 26 medallas en cinco Juegos Paralímpicos.
Tras el de las Letras quedarán por fallarse los correspondientes a Cooperación Internacional, el 16 de junio; Investigación Científica y Técnica, 23 de junio, y Concordia, el 30 de junio.