Antonio, Cleopatra y viceversa
El aclamado director portugués Tiago Rodrigues llega a Madrid con una pieza en la que mezcla a Shakespeare, Plutarco y sus propios pensamientos sobre el amor y los mitos
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Seguramente, la mayoría de los mitos que hoy tenemos encumbrados jamás fueron como los imaginamos. Y, quizá, sea mejor así, admirar a supuestos superhombres y supermujeres, de alguna forma y en cualquiera de sus facetas, para tener una aspiración a la que aferrarse, aunque nuestro pensamiento esté muy lejos de la realidad de antaño. En todo ese supuesto imaginario están Marco Antonio y Cleopatra, un altísimo político romano y la reina de Egipto. De ellos ya habló Plutarco de una forma muy novelesca, y todavía les dio más vuelo el Bardo en el siglo XVII en aquella tragedia que llevaba el nombre de ambos, «Antonio y Cleopatra».
Es esta pieza la que desembarca en Madrid hoy, mañana y pasado (en Conde Duque), pero no en la versión subida de años que Ana Belén y Lluís Homar protagonizaron durante julio en Almagro, primero, y Mérida, después, sino en la del director portugués Tiago Rodrigues, líder del Teatro Nacional D. Maria II de Lisboa y principal exponente de los escenarios lusos fuera de sus fronteras –muestra de ello es el Chéjov que estrena en menos de un mes en el Festival de Avignon con Isabelle Huppert a la cabeza del reparto–.
El creador da una vuelta a los pensamientos de sus antecesores para «hablar de lo que vemos en el mundo». Es por ello para lo que queremos a los mitos, para «traducir las grandes historias y transformarlas en permanencia para nuestra mirada actual. Luego, queda más de la leyenda literaria o artística que de la realidad. Cleopatra se ha transformado en una figura importante de la cultura popular, tiene discotecas, salones de manicura, sale en Astérix...», explica de un texto que comprime los casi cuarenta personajes en solo dos, interpretados por Sofia Dias y Vítor Roriz, quienes, aun siendo pareja en la vida real, han decidido tocarse poco o nada durante la representación: «Es que en la tragedia no tienen una escena en la que estén solos, por lo que no sabemos cómo se comportaban en la intimidad», defienden.
Para Rodrigues, Shakespeare «lo entendió todo» sobre estos dos personajes todopoderosos, por lo que no pretende ir más allá del Bardo, sino «intensificar y cocinar de otro modo» la trama. Así, ha acudido a Plutarco, cuyos textos ya visitó el inglés: «Entre los dos nos explican que la noción del amor cambió después de esta relación. Se convierte en sinónimo de mirar el mundo a través de la sensibilidad del otro, lo que es una definición del amor romántico, pero también una forma de estar en la vida». Es este punto de empatía, «ellos lo hacen radicalmente», lo que al director le pareció «un acto político» porque «van más allá de lo que su condición les permite».
A Antonio le insultan los suyos por estar con una extranjera y le dicen que es demasiado femenino; y, por el contrario, a Cleopatra la acusan de ser masculina de más y fría, como los de Occidente. Ese cambio de personalidad a través del amor es lo que volvió loco al artista: «Solo intentan comprender el mundo a través del otro. En este punto podríamos hablar de por qué Europa todavía tiene dudas de lo que hay que hacer con los refugiados... Me parece una forma de olvido muy rara teniendo en cuenta que se desarrolló gracias al contacto con otros pueblos. Hay que repensar la hospitalidad, pero la pieza no va de eso».
Sí va de amor –«uno de los motores más fuertes»–, aunque de uno muy lejano al de esos enamorados de los que también escribió Shakespeare, Romeo y Julieta. Este no es inocente y adolescente como el de la pareja de Verona. Ellos conocen muy bien la vida. Han estado en guerras, han traicionado, asesinado, lo han hecho todo por el poder e incluso saben que esa relación puede poner en peligro todo ese poder y estabilidad. «Y, aun así, deciden quedarse juntos», asegura.
- Dónde: Conde Duque, Madrid. Cuándo: hoy, mañana y pasado. Cuánto: de 11,25 a 15 euros.