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Las memorias inéditas sobre Annual del sargento Francisco Basallo

El libro “El prisionero de Annual” (Planeta), que sale a la venta el próximo miércoles, aborda en primera persona el drama de los quinientos cautivos de Abd El Krim
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La Razón

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En el verano de 1921, más de 10.000 españoles perecieron en el Rif ante la harca de Abd El Krim. La retirada del campamento de Annual, tras el suicidio del general Silvestre, derivó en trágica desbandada. El Desastre de Annual fue la mayor derrota del Ejército español desde Cuba y Filipinas, y supuso una crisis política de tal magnitud que comprometió el futuro de la monarquía de Alfonso XIII.
La historiografía se ha ocupado de aquella página negra, de la que se cumplen ahora cien años, con obras tan relevantes como “Historia secreta de Annual”, de Juan Pando; “Morir en África”, de Luis Miguel de Francisco; o “El vuelo de los buitres”, trabajo póstumo de Jorge Martínez Reverte. Pero faltaba un libro sobre los prisioneros: el medio millar de españoles capturados y sometidos a castigos, hambre y vejaciones durante año y medio.
El periodista Alfonso Basallo cubre ahora esa laguna con “El prisionero de Annual” (Planeta), a través de la peripecia de uno de los héroes olvidados del Desastre, su propio abuelo, el sargento de infantería Francisco Basallo. Nacido en Córdoba en 1895, le sorprendió la sublevación de las cabilas rifeñas en la posición de Dar Quebdani, a 75 kilómetros al oeste de Melilla, y fue uno de los escasos supervivientes de una masacre en la que perecieron 900 españoles.
El sargento Basallo se distinguió por su labor humanitaria en el cautiverio, organizando un equipo de sanitarios con los consejos a distancia del teniente médico Serrano. Atendió a heridos o enfermos de tifus y paludismo sin miedo al contagio, y terminó asistiendo también a rifeños que le empezaron a llamar sargento tebib (médico en árabe).
Lo curioso es que fue un héroe por accidente. Al principio del Desastre, el sargento fue a ver al médico por la rozadura de una bala en el hombro. Pero, al ver el terrible panorama de heridos graves y agonizantes, fue incapaz de decir que iba por algo tan nimio e improvisó la excusa de que se presentaba para ayudarle.

“El ángel del cautiverio”

Después organizó el campamento de los prisioneros; defendió al personal civil que había sido capturado, impidiendo que uno de los cabecillas moros vendiera en un zoco a una joven, Carmencita Ubeda; y puso en marcha una brigada de enterradores que dio sepultura a más de 600 españoles que yacían en Annual, Igueriben y Sidi Dris.
Francisco Basallo se jugó la vida pasando información en clave del estado de las fuerzas rifeñas. Las cartas fueron interceptadas y resultó apaleado con cuerdas mojadas. Más tarde, se fugó con otros ocho españoles e intentó llegar por mar al Peñón de Alhucemas, pero fueron capturados y a él le encadenaron junto con el general Felipe Navarro.
Liberado en enero de 1923 junto con otros 330 prisioneros, tras la eficaz gestión negociadora del empresario vasco Horacio Echevarrieta, el sargento Basallo fue recibido en España como el “ángel del cautiverio” -como lo calificó la prensa de la época-; condecorado con la Medalla de Sufrimientos por la Patria y nombrado Hijo Predilecto de Córdoba, su ciudad natal.
Relató las calamidades sufridas en el Rif en unas “Memorias del cautiverio” y se convirtió en una figura tan popular que Max Estrella, protagonista de “Luces de bohemia”, de Valle-Inclán, lo propone para sustituir a Galdós en la Real Academia Española. Basallo dejó el Ejército y su figura se perdió en el olvido. Falleció en Zaragoza a los 92 años. Su nieto reconstruye ahora la odisea de Basallo y los demás cautivos de Abd El Krim, entre los que hubo destacados personajes como el mencionado general Navarro, máxima autoridad de la zona tras la muerte de Silvestre. Tomó la controvertida decisión de retirarse a Monte-Arruit, donde tras un largo asedio casi 3.000 españoles fueron masacrados. Navarro fue procesado por ello, pero salió absuelto y llegó a capitán general. Retirado del Ejército, sería fusilado por los milicianos en Paracuellos, en 1936.
En “El prisionero de Annual” desfilan otros personajes de peripecias no menos novelescas, como el soldado Baltasar Alabort, superviviente del asedio a la posición de Sidi Dris; el teniente Julián Troncoso, que participó en las cargas de caballería de Alcántara antes de ser capturado; el teniente Luis Casado, único oficial superviviente de Igueriben; o el alférez Juan Maroto, defensor del aeródromo de Zeluán. Así como dos figuras clave para conseguir el rescate de los prisioneros, el empresario Horacio Echevarrieta y el jurisconsulto moro Dris ben Said.