Cine
Crítica de «Las cosas que decimos, las cosas que hacemos»: Amores miméticos ★★★★★
El amor nos hace personajes. Solo cuando lo contamos –es decir, cuando lo inventamos– se hace verdadero. Por eso los protagonistas –porque los nueve lo son– de esta magnífica película explican sus historias de amor en clave de muñeca rusa infinita, sacando de la chistera tramas y subtramas para poner en escena no tanto la fragilidad de los sentimientos, sino también su inconsistencia. La teoría del deseo mimético que gravita sobre esta pandilla se traduce, gracias a la inteligencia de la propuesta de Mouret, en la repetición de gestos, dinámicas, traiciones y azares. Deseamos porque nos desean, algo tan volátil como envidiable. Mouret no juzga a sus personajes: sus planteamientos son afines al cine de Rohmer o al de algunos títulos mayores de Woody Allen, y su pasión por la palabra, y por las estructuras narrativas que se derivan de la diferencia entre nuestra capacidad de fabular y nuestra incapacidad de ser coherentes con nuestros actos, puede recordar a las últimas películas de Resnais, algunas con el talento verbal de Jaoui y Bacri en el guion. Al rebañar esta delicia, uno piensa que solo hay un personaje (el de Émilie Dequenne, espléndida como el resto) que es honesto con sus sentimientos, pero la moraleja afecta a todos: queremos amar pero nunca sabremos cómo.
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