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Teatro

Crítica de teatro

«Los dioses y Dios»: Mucho oficio y poca magia ★★★☆☆

Rafael Álvarez «el Brujo» en «Los dioses y Dios», en el Teatro Romano de Mérida
Rafael Álvarez «el Brujo» en «Los dioses y Dios», en el Teatro Romano de MéridaFESTIVAL DE MÉRIDAFESTIVAL DE MÉRIDA

Autor, director e intérprete: Rafael Álvarez «el Brujo» (sobre «Anfitrión», de Plauto). Música en directo: Javier Alejano. Teatro Romano de Mérida, Extremadura. Hasta el domingo.

Por séptima vez en su dilatada trayectoria recala Rafael Álvarez «el Brujo» en el Festival de Mérida, donde estrenó el miércoles «Los dioses y Dios». Con una ocupación en torno al 50 por ciento del aforo del Teatro Romano (cerca de 1.500 localidades) se saldó esta primera representación de un espectáculo que pasa por ser el primero estrictamente teatral de cuantos completarán la programación de esta 67ª edición.

Con su habitual músico Javier Alejano como único acompañante en el escenario, el popular actor ha ideado otro espectáculo más a imagen y semejanza de cualquiera de los que ha estado representando –de manera simultánea en muchas ocasiones– durante los últimos años. Tanto es así que a veces uno, como espectador, no tiene muy claro cuál de esos espectáculos es el que está viendo. Él disfruta como un niño en ese caos y lo utiliza para potenciar la comicidad de la función: «Esto que voy a contar ahora es de otra obra, pero como tengo tantas a la vez, ya no sé ni cuál estoy haciendo», reconoce divertido durante la representación.

Javier Alejano y El Brujo, en Mérida
Javier Alejano y El Brujo, en MéridaJero MoralesEFE

Efectivamente, todo es bastante intercambiable porque la obra repite la fórmula de siempre: sobre un endeble esquema dramatúrgico y argumental, que sirve, más o menos, para rendir homenaje a algún autor o a alguna obra, o para poner en valor un periodo histórico o un movimiento cultural –en este caso el tributo recae en «Anfitrión», en Plauto y, por añadidura, en el sentido profundo de los mitos y la fe–, lo que El Brujo se limita a hacer es colocar todos los gags que lleva acopiando desde hace años y que los más teatreros ya le habrán escuchado y visto cientos de veces. Desde luego, son de un ingenio admirable tanto en la concepción como en la ejecución interpretativa los chistes relacionados con el prólogo de la obra que se alarga de manera interminable, con su separación sentimental, con su reclusión en Silos, con la actriz Conchita Montes, con el modesto proyeccionista de cine apodado Amperio, con su parecido físico con Einstein y Punset...; pero la magia deja de ser magia cuando uno sabe perfectamente cuáles son los elementos que el mago lleva escondidos en la chistera, y cuando sabe, además, en qué momento del espectáculo va a sacar cada uno de ellos.

Cierto es que el público, a tenor de lo bien que sigue encajando sus propuestas, no está esperando ya que haga magia; lo que quiere, simplemente, es verle sacando una y otra vez todo ese material de la chistera, porque lo hace, eso es innegable, con una pericia maestra. De hecho, yo mismo confieso que sigo pasando un rato entretenido cuando veo sus espectáculos; pero hace mucho que ese rato dejó de ser apasionante. Por eso, por lo mucho que me gusta su manera juglaresca de hacer teatro, lo que sigo esperando es que su próximo nuevo espectáculo sea de verdad eso: nuevo.

Lo mejor

El Brujo es de los pocos cómicos que puede salir en solitario a un escenario como el de Mérida sin ser devorados por él.

Lo peor

Cada vez hay más deserciones entre quienes han seguido y admirado su trabajo.