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Franco y el polvorín marroquí

El 6 de febrero de 1912, «Paquito» acudió a defender las líneas españolas del río Kert ante la llamada del general Aldave
Francisco Franco a principios del Siglo XX
larazon

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En agosto de 1911, un personaje entonces mítico, Muhammad al-Mizzian, había acaudillado un nuevo alzamiento en el Rif, amenazando seriamente las líneas españolas en el río Kert. Una pléyade de jefes de sobra conocidos por sus hazañas afluyeron entonces al escenario africano: desde Miguel Primo de Rivera y Dámaso Berenguer, hasta José Sanjurjo, Emilio Mola o Maximino Bartomeu. Pero en el mes de diciembre, el temible al-Mizzian consiguió romper el frente español y el general Aldave reclamó refuerzos. Fue así como Franco Bahamonde, futuro Caudillo de España, acudió a la imperiosa llamada el 6 de febrero de 1912 con tan solo 19 años, acompañado de su amigo Camilo Alonso Vega. No tardó el joven en presentarse al coronel Villalba Riquelme, antiguo director suyo en la Academia de Toledo, en uno de los fuertes que custodiaban la defensa de Melilla, llamado Tifasor.
Incorporado al mando de una sección de reconocimiento de las fuerzas revolucionarias indígenas, «Paquito», como le apodaban sus compañeros de armas, entró en fuego el 19 de marzo de 1912. Poco después, participó en otras dos operaciones: la ocupación de Samman y el refuerzo de Ras Media, sobre la línea del río Kert. Mientras él se jugaba el bigote en el frente, una bala disparada por el cabo González Sauco el 15 de mayo demostró que al-Mizzian no era inmortal, como algunos ya temían. Aquel mismo año se había establecido el protectorado español en Marruecos, aunque se trataba más bien de una cesión a España por parte de Francia del 5% del territorio marroquí, unos 20.000 kilómetros cuadrados que incluían la región montañosa del Rif. Francia era en realidad la que dominaba el sultanato alauí merced al Tratado de Fez firmado ese mismo año.
Pero el odio desatado entre la guerrera población local contra las fuerzas de ocupación afectaba también a España. Por si fuera poco, el Ejército de Alfonso XIII adolecía de dos males endémicos: una excesiva burocracia y un equipamiento deficiente. Podía afirmarse así que en sus filas había «muchos más jefes que indios»: en concreto, 80.000 hombres a las órdenes de más de 24.000 jefes y oficiales, de los cuales cerca de 500 eran generales.

El interés por Marruecos

Pero, ¿por qué mostraba tanto interés España por Marruecos? Su motivación no se limitaba al interés geoestratégico de reforzar la defensa de Ceuta y Melilla, amenazadas por un entorno hostil. Marruecos constituía también un consuelo ante la reciente pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Era el último reducto colonial donde aún se recordaban las hazañas del general Prim en la guerra de 1859 y brindaba además una oportunidad dorada para mantener ocupado a un ejército repleto de jefes y oficiales.
¿Cómo llegó a organizarse aquel polvorín en el corazón de África? Eso ya era una larga y complicada historia. Al inicio del siglo, los jefes locales se levantaron contra el tirano sultán Abd el Aziz que gobernaba Marruecos a su libre albedrío recaudando impuestos sin límite. Las revueltas de Bu Hamara en el territorio que se extendía entre Fez y la frontera argelina, así como las de El Raisuli en las montañas de la Yebala, en el noroeste, atrajeron la atención de las grandes potencias europeas cuando el reparto de África aún no había concluido. La influencia de Gran Bretaña en Marruecos era casi legendaria, volcada en garantizar el paso a través del estrecho de Gibraltar. Pero a los británicos les surgió muy pronto un temible competidor, Francia, ávida por controlar el sultanato marroquí para completar su imperio colonial desde África ecuatorial hasta Túnez.
La coyuntura política favoreció los planes de Francia, pues Gran Bretaña acusó enseguida su desgaste por la guerra de los bóers, mostrándose dispuesta a sellar una alianza con el Gobierno de París. Finalmente, en 1904, los británicos cedieron ante las pretensiones francesas en Marruecos a cambio de que el territorio del otro lado de Gibraltar quedase en manos españolas, más débiles.
En octubre, Francia cedió a España la parte septentrional de Marruecos, concediendo a Tánger un estatuto internacional. Poco a poco, los franceses fueron conquistando el país, hasta establecer en 1912 su particular protectorado. Se acordó entonces que el sultán conservase el control político nominal del Marruecos tutelado por los franceses.
Pero las condiciones, en el caso de España, diferían por completo, pues la autoridad local recaía en un representante del sultán, el jalifa o vicario, elegido entre dos candidatos propuestos por el Gobierno de Madrid. Los marroquíes consideraban vejatoria aquella condición, y no cejaron en su empeño de reconquistar su independencia, lo cual lograrían finalmente en 1956.

A bayoneta calada

Muchos españoles, como Francisco Franco Bahamonde, se jugaron la piel como jabatos combatiendo a bayoneta calada contra las feroces tribus bereberes en las áridas regiones montañosas del Rif y de Yebala, al oeste, donde estaba Tetuán, capital del protectorado. Precisamente en el Rif, muy cerca de Melilla, había sido sofocada con éxito la primera rebelión de al-Mizzian, el 8 de julio de 1909. La mañana de aquel día, una columna de moros de la cábila de Zubadona atacó a traición a un grupo de trabajadores de la Compañía Española del Rif que cimentaban un puente para el paso del ferrocarril sobre el arroyo de Sidi-Muza. Conocida la noticia, partieron de inmediato para el lugar fuerzas españolas de la guarnición que, pese a ser inferiores en número, lograron ocupar poco después las posiciones de Jebel Sidi-Amet el Hach, Atalayón y Sidi-Muza. Una gesta digna de las grandes páginas de la Historia.
FECHA: 1912 El joven Franco se presentó al coronel Villalba Riquelme, antiguo director suyo en la Academia de Toledo, en uno de los fuertes que custodiaban Melilla, llamado Tifasor.
LUGAR: melilla Incorporado al mando de una sección de reconocimiento de las fuerzas revolucionarias indígenas, Franco entró en fuego con 19 años y participó en la ocupación de Samman.
ANÉCDOTA: Se jugó también la piel como un jabato combatiendo a bayoneta calada contra las feroces tribus bereberes en las áridas regiones montañosas del Rif y de Yebala.