Cuando Grateful Dead ayudaron a Sabonis a ganar el bronce en los Juegos Olímpicos de Barcelona
La selección lituana, que no participará en los Juegos de Tokio, obtuvo su primer billete olímpico tras la independencia soviética gracias a la banda de rock psicodélico de Jerry García: su participación se saldó con un histórico bronce
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Ahí estaban los Sabonis, Marciulonis, todos vestidos para competir. ¿Con un uniforme militar? ¿Con flamantes equipaciones de marca? En absoluto. La armadura oficial de la selección lituana de baloncesto en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 eran unas camisetas fabricadas a mano, desteñidas con la técnica hippy psicodélica del “tie-dye” en inglés, que les habían llegado directamente de la moda californiana: no en vano habían sido remitidas directamente a los jugadores de parte de la banda por excelencia del folk psicodélico, nada menos que los Grateful Dead de Jerry García. Semejante escena requiere unos antecedentes. Los contamos.
Algunos territorios de Europa respiran tanto baloncesto como Indianapolis o Carolina del Norte. Todos los países de la extinta Yugoslavia dan tantas estrellas per cápita como Brooklyn y en el viejo continente hay que abrir un capítulo especial para una esquina que sueña con triples sobre la bocina: Kaunas no es ni siquiera la capital de Lituania y en ella apenas viven 300.000 personas. Sin embargo, cuando en los Juegos Olímpicos de 1988 en Seúl, la Unión Soviética derrotó a Estados Unidos 82-76 en las históricas semifinales antes de pasar a la cima de Yugoslavia por el oro, cuatro de sus baluartes, todos titulares, eran lituanos y nacidos en Kaunas: nada menos que Rimas Kurtinaitis, Arvydas Sabonis, Valdemaras Chomicius y Sarunas Marciulonis, que destrozaron primero a la todopoderosa selección americana y después acabaron con la impresionante Yugoslavia de Drazen Petrovic, Toni Kukoc (ambos croatas, por cierto) y hasta de un veterano Zeljko Obradovic apurando sus días de jugador. La gesta fue impresionante. Sin embargo, la grandeza del baloncesto soviético iba en la dirección opuesta a la decadencia política del bloque comunista. Y fue precisamente en Lituania donde empezó el derrumbe de la URSS apenas un año después del oro olímpico. La independencia del país se consumó en 1990.
De esa forma, la nación recuperaba su estatus político pero se halló en absoluta bancarrota y tenía unos cuantos problemas más acuciantes que resolver mientras se acercaban los Juegos Olímpicos de Barcelona. La calidad de los jugadores bálticos era enorme. Bien lo sabía el Real Madrid, que contaba con Sabonis en sus filas. El equipo blanco había tenido la “suerte” de que la URSS se negaba a que ningún jugador soviético disputase la NBA estadounidense y por eso vetaron los intentos de los equipos interesados. Pero en 1989 los Golden State Warriors, el equipo de la bahía de San Francisco, reclutaron a Marciulionis. Allí, el lituano se hizo querer y el entrenador de la franquicia, Donnie Nelson, se ofreció a dirigir algunas rifas y a instalar unas huchas solidarias para echar una mano a la selección de la recién nacida nación, que tenía plaza para los juegos olímpicos pero carecía de los medios necesarios para llevar al equipo.
La historia saltó a las páginas de deportes del periódico local, el “San Francisco Chronicle”, que casualmente cayó en las manos del representante de los Grateful Dead, Dennis McNally, que se lo remitió a los miembros de la banda. Jerry García, Bob Weir y los demás simpatizaron de inmediato con la causa, sin rencores, a pesar de haber sido ellos los verdugos de la selección americana en los anteriores juegos olímpicos. Les entregaron un cheque y además les enviaron una caja de camisetas desteñidas en rojo, amarillo y verde, los colores nacionales de Lituania, con la imagen de un esqueleto sosteniendo una pelota de baloncesto. La historia incluso se ha contado en un documental.
La historia sigue cobrando tintes épicos. La selección lituana compitió como ellos sabían hacerlo. Bajo su bandera por primera vez en más de medio siglo, llegaron a semifinales. Allí se encontrarían al equipo de baloncesto más poderoso que jamás haya pisado una cancha. Habían pasado solo cuatro años desde la anterior cita, pero los integrantes del “Dream Team” parecían del futuro: Jordan, Pippen, Stockton, Magic Johnson, Barkley, Drexler... Bueno, vengaron a sus predecesores y aplastaron a los lituanos por 127 a 76. Sin embargo, lo más emocionante vendría en la lucha por el bronce, en la que se iban a enfrentar a sus viejos camaradas: la selección rusa. El partido fue muy disputado y se resolvió por 82-78 a favor de Lituania. En la final, los de Jordan trituraron a otra de las naciones de la también colapsada Yugoslavia: la Croacia de Petrovic, Kukoc, Vrankovic, Tabak y Perasovic.
Sin embargo, en un momento deportivo histórico, los lituanos se inclinaron para recibir el bronce olímpico ataviados con la psicdélica indumentaria manufacturada por los Grateful Dead, sin cuya ayuda nunca se habría producido ese gesto. Un momento cumbre para el rock y el baloncesto.