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Música

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Muere el director de escena Graham Vick

Dirigió varias propuestas en el Teatro Real y siempre se destacó por huir de lo convencional y aportar nuevas ideas, aunque eso supusiera salir de los caminos tradicionales

graham vick
graham vickfotoLa Razón

Triste noticia la de la muerte del director de escena británico Graham Vivk a los 67 años cuando aún tantas cosas le quedaban por hacer, por idear. Cuántas aventuras de las que disfrutar; cuántas sorprendentes aperturas hacia lo desconocido por desvelar. Un artista inquieto, genial y por tanto con propuestas y soluciones escénicas no siempre confortables, que huía despavorido de lo tradicional, lo sabido, lo convencional. Siempre buscaba nuevas propuestas, nuevos significados, le daba la vuelta a veces a los argumentos, traicionaba en cierto modo las bases de lo consabido, pero, a cambio, daba con frecuencia en la diana, en el oculto significado de las óperas, algo solo posible cuando se rasca, se husmea, se reconoce, se inventa; aunque en ocasiones se pueda, llegado el caso, traicionar en cierto modo las intenciones de libretistas y compositores.

Pero las más de las veces acertaba y cosechaba éxitos y reconocimientos por doquier tras ímproba y agotadora labor de encaje, de ensayos en pos de esa verdad que a veces aletea bajo los libretos y los pentagramas. Recordamos alguna de sus más importantes producciones, algunas veces abucheadas, como la de aquella “Flauta mágica” de Mozart en el Palau de Les Arts de Valencia, exhibida también en Birmingham y Macerata en la que Vick se impuso la muy loable tarea de agitar la opinión general al socaire de algunos de los argumentos que fracturan la sociedad actual. Para ello colocaba a los «aficionados» como si de un coro griego y participativo se tratará, insertando sus comentarios en castellano en medio de los recitativos en alemán, por otra parte adaptados convenientemente.

Grandes éxitos

Discutible, pero efectivo y eficaz, como la producción de “Curro Vargas” de Chapí en el Teatro de la Zarzuela (2013), el arriesgado experimento de darle la vuelta a una visión oscura y brindarnos, al contrario, un espectáculo luminoso, incluso gárrulo, casi estridente, en el que se aprovechaba para incidir en una serie de temas, de símbolos, de ideas. Porque el teatro de este artista es más ideológico que realista. O como la de la haendeliana “Tamerlano” del Real (2008), cuajada de guiños; o, sobre todo, la de “Rigoletto” en el mismo escenario (2001) en la que se ponían en evidencia pasiones ocultas con una inesperada crudeza.

Recordamos también vivamente su “Anna Bolena” de Donizetti de la Maestranza, su “Lucia de Lammermoor” del mismo autor en Londres, llena de claroscuros; su “Guillermo Tell” de Rossini de Pesaro, su Zaide de Mozart o su “Werther” de Massenet en Coruña y tantas y tantas aventuras y experimentos por lo común fundados y documentados que hicieron del regista un hombre admirado y respetado. No en vano había mamado conocimientos y soluciones durante los años que fue jefe de producción en el Festival de Glyndebourne o en los que presidió la Ópera de Birminghan fundada por él. Había estudiado en el Royal Northern College of Music de Manchester. En 2012 estrenó la complejísima ópera de Stockhausen “Mittwoch aus Licht”. Lo echaremos de menos; como la experiencia de verlo en los ensayos del “Curro Vargas” en la Zarzuela: vivaracho, menudo, apasionado, certero