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Juan Carlos Losada: «Sin España, Europa habría sido una presa más fácil frente a los turcos»

El doctor en Historia termina con una «laguna», dice, al publicar un volumen sobre los tres siglos de enfrentamientos de «España contra el Imperio otomano»

Un casco otomano como el que se llevó en Lepanto
Un casco otomano como el que se llevó en LepantoPHOTOarchivo

El porqué de «España contra el Imperio otomano» (La esfera de los Libros) es muy sencillo en boca de su autor, Juan Carlos Losada: «Había una laguna sobre la confrontación que, durante tres siglos y pico, España tuvo con los turcos y con sus súbditos, los piratas berberiscos», cuenta de un libro que ha dedicado a «esa gente que se queda siempre fuera de la historia», las víctimas civiles. Hasta un millón de apresados de los que el 90 % no fue nunca rescatado. Y es que «todo el Mediterráneo fue un campo de batalla».

–¿Fue esta lucha una prolongación de las Cruzadas?

–Los enlaza la ideología, pero el componente con los turcos es parte de la política expansionista de la corona de Aragón que heredan los Reyes Católicos.

–¿De aquellos barros viene parte de la tensión de hoy?

–Por suerte, no. El fanatismo religioso es una cosa del absolutismo de los siglos XVI y XVII. Todos eran intransigentes. En el XVII se empieza a dar cierta tolerancia, aunque los enfrentamientos siguen porque los piratas del norte de África, teóricamente vasallos de los turcos, van a su bola. Hoy en día no tenemos esa hostilidad.

–A finales del siglo XV se consolida la religión única. ¿Hubiera sido posible la creación de un estado moderno con más de una religión?

–Solo hubiese sido posible con los ojos de la ideología actual. Con los valores de hace 500 años, el Estado absoluto necesitaba una fidelidad ciega al rey y a la religión. O blanco o negro. Los grises eran marginados porque los Estados se basaban en la intolerancia. En toda Europa se queman a los disidentes, por lo que la Leyenda Negra debería ser de toda Europa.

–¿Cómo se consiguen fieles?

–La sociedad era analfabeta y la gente era obediente a los discursos de los clérigos con recompensan celestiales. Ser rebelde al rey supone la ex comunión. Las masas campesinas viven en el umbral de la miseria y solo tienen el consuelo de una vida celestial.

–¿Ambas religiones apelaban a lo mismo: riqueza y paraíso?

–Claro, es el consuelo del pobre.

–¿Cuál era el fin de la guerra?

–El control del Mediterráneo. Eran dos potencias en expansión y los turcos querían llegar al oeste. La política de España era defensiva.

–Visto así, hay bueno y malo.

–Los turcos son la potencia agresiva, aspiran a conquistar el centro de Europa. Sueñan con un gran lago turco.

–¿Cuándo se convierte España en un país tolerante?

–Comienza a abrirse paso en el Siglo de las Luces, aunque en España más lentamente porque el peso de la Iglesia católica es muy fuerte. Luego, todo esto se ha incrementado en el siglo XX a pasos agigantados en el mundo occidental. La aceptación del otro es una lucha eterna porque la irracionalidad siempre aflora en nuestras conciencias. Es un animal que siempre está acechando y hay que controlar.

–¿Es un impulso natural?

–Por supuesto. Siempre hay que frenar este impulso irracional y fanático. ¿Qué son los terraplanistas, hombres lagarto o nacionalistas? Consecuencia de una tensión religiosa mágica. Todos necesitamos cubrir un aspecto irracional de nuestra psicología. Me hacen gracia los que dicen ser ateos, pero creen a pies juntillas en la nigromancia. Esa faceta irracional también se cubre con el amor, que es mejor que cultivar la violencia. La historia de la humanidad es para llorar, pero la esperanza está en la razón y la bondad.

–¿Fueron los siglos más intolerantes?

–No, en la Edad Media había mucha más, y en la Antigüedad, igual. Con la Revolución Francesa y los Derechos Humanos se aprende a aceptar la diversidad. Antes había que proteger a tu tribu de los otros, los enemigos. Cuando una sociedad se siente segura es más tolerante. Ahora tenemos leyes de libertad sexual y cuando era pequeño en los pueblos se pegaba al «mariquita»... Indudablemente hemos avanzado.

–¿Qué importancia tuvo en las identidades española y europea la guerra contra los otomanos?

–La religión era la identidad contra el diferente, que mataba, violaba y robaba. El enemigo común siempre une.

–¿Cuál fue el papel de los piratas en esta guerra?

–Eran unas moscas cojoneras. Asaltaban continuamente las costas españolas y obligaban un coste importante de prevención: más de mil torres salpicaron las costas españolas de Portbou a Gibraltar, además de las murallas de los pueblos. Era muy normal que un ataque pirata se llevase a 200 vecinos de un pueblo.

–¿Fueron los piratas berberiscos los primeros yihadistas?

Sí. Y lo hacían muy bien porque generaron mucho desgaste a España. Al mismo tiempo que teníamos la guerra contra los turcos, luchábamos contra Francia, Inglaterra, los flamencos y, encima, la conquista de América.

–¿Hasta dónde hubiera llegado el expansionismo turco de no ser por España?

–Algunos hablaban de reconquistar Al-Ándalus, pero cuando son derrotados en Malta y en Lepanto se dan cuenta de que hay una barrera infranqueable. En el último cuarto del siglo XVI empieza una coexistencia menos belicista.

–¿A ojos europeos, salvó España el Mediterráneo?

–Sin España, Europa hubiera sido una presa más fácil. Italia también fue muy importante, pero su debilidad era la fragmentación política: Venecia pagaba chantajes porque tenían mucho dinero y así podían seguir comerciando. Y con Francia, aliada de los otomanos, no se podía contar. España fue la potencia más importante que les frenó. ¿Qué hubiera pasado sin España? Eso es historia ficción.

Una reivindicación de vivir

Por Toni Montesinos
La lucha por el control del Mediterráneo desde el siglo XVI al XVIII; así reza el subtítulo de este gran estudio del especialista en historia militar Juan Carlos Losada. Tres centurias de enfrentamientos entre dos potencias que lucharon en pos de dominar las rutas comerciales del sur de Europa, lo cual podemos seguir desde el momento en que, por así decirlo, los otomanos entran en la historia. «La cristiandad llevaba en guerra contra el islam desde hacía siglos. Era el enemigo por antonomasia y el recuerdo de las cruzadas y el sentimiento de desgarro por ver en manos infieles los Santos Lugares, seguía presente en toda Europa», empieza diciendo este doctor asimismo en historia y gran experto en los sucesos contemporáneos más determinantes de España.
En 1453 un poderoso Imperio otomano acaba de vencer al Imperio bizantino. Es una época de intolerancia fanática, nos dice el autor, por todo el continente, que se manifestó en persecuciones religiosas, encarcelamientos y disidencias políticas. Siglos llenos de guerras civiles en Inglaterra y Francia, la de los Treinta Años, un periodo sangriento, de combate contra el turco y contra el islam, que marcaría «la identidad política e ideológica en España». Una hostilidad que se manifestó desde las guerras de Granada de fines del siglo XV hasta finales del siglo XVIII y que tenía un porqué fundamental: el control de las rutas comerciales. Es más, «sin las guerras contra los turcos, que representaban el brazo más potente del islam en la Edad Moderna, ni España, ni Europa, ni Turquía serían lo que hoy son».
Por eso es tan interesante esta investigación, que nos aporta todo una ventana a la vida bélica pero también diplomática de esos tres siglos, ya que incluso en lides tortuosas hay fases en que lo comercial o lo artístico se abren paso entre países enemigos. De ahí que en estas páginas conozcamos personajes novelescos, aventureros, espías, desertores o delincuentes que también nos hablan de las costumbres otomanas que se extendieron por Europa, concernientes a la arquitectura, la música, el café, los jardines o las flores.

▲ Lo mejor

Una de los aspectos más interesantes es poder conocer a piratas que son idolatrados todavía en Turquía

▼ Lo peor

El libro es muy completo pero hubiera necesitado estar ilustrado con pinturas u objetos de diferentes