Cuando las hermanas de José Antonio y Millán Astray intentaron salvar al director republicano de la cárcel de Alicante
Dos cartas descubren las simpatías de apellidos tan ilustres como estos hacia el funcionario de la prisión donde primo de Rivera sería ejecutado
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El ex director de la cárcel provincial de Alicante, Adolfo Crespo Orrios, en cuyo patio número 5 ejecutaron a José Antonio Primo de Rivera el 20 de noviembre de 1936, aludía a documentos relevantes para su causa en la que el fiscal militar solicitaba para él la pena de muerte. Nacido el 17 de diciembre de 1883 en Santolea (Teruel), Crespo estaba afiliado a UGT desde septiembre de 1936 y al partido Unión Republicana desde el 28 de julio del mismo año. Crespo hacía referencia a dos cartas: una de recomendación, firmada al alimón por Pilar Millán Astray junto con la tía, hermana y cuñada de José Antonio, recluidas en su día en el Reformatorio de Adultos regentado también por él; y a otra de Pilar Millán Astray a su hermano, el general legionario, para que intercediese también ante la Justicia.
Dado que ambos documentos son novedosos y descubren las simpatías de apellidos tan ilustres hacia el director de la cárcel donde fue recluido y más tarde ejecutado José Antonio, las reproducimos a continuación más de ochenta años después. La primera dice así: «Certificamos que D. Adolfo Crespo se portó admirablemente durante nuestro cautiverio y que en dos ocasiones salvó nuestra vida exponiendo la suya; portándose bien igualmente con José Antonio y Miguel, según aseguraron ellos mismos, en la otra prisión. Rogamos en justa correspondencia sea recompensado por su comportamiento. Rubricados: Pilar Millán Astray. María Primo de Rivera. Carmen Primo de Rivera. Margot Larios».
En la otra carta, tras indicarse en el encabezamiento «Para el general Millán Astray», Pilar añadía: «Mi adorado hermano: Todo cuanto puedas hacer en favor de D. Adolfo Crespo, director de la prisión donde pasé mi cautiverio, te suplico que lo hagas. Fue un perfecto caballero y se portó conmigo admirablemente en mis momentos de pena. Te lo agradecerá con toda su alma tu amante hermana, Pilar».
Junto a estas dos epístolas, he interceptado otra de Carmen Primo de Rivera (en el remite, consignado a mano por ella: «Señora de Peche», dado que estaba casada con Juan Peche, marqués de Rianchuela) a Dominica de la Herrán, esposa del funcionario de prisiones Adolfo Crespo. Datada en Tánger el 17 de abril de 1939, Carmen confirmaba también en ella su buen concepto del antiguo director del Reformatorio de Adultos: «Querida Dª Dominica: Ya estaba enterada por mi familia de que D. Adolfo se encontraba detenido en Valencia y crea que siento mucho de veras la situación de su esposo. En conciencia debo decir que con nosotras se portó muy bien durante el año íntegro que pasamos bajo su custodia en el Reformatorio de Adultos de Alicante, llegando en ocasiones a exponerse a sí mismo por librarnos de los peligros gravísimos con que nos amenazaba la barbarie roja suelta en aquel primer año de revolución. Espero que estas verdades se podrán demostrar y que su marido podrá volver con Uds. Así lo desea muy de corazón su afectísima, Carmen Primo de Rivera».
Todavía el 3 de abril de 1940, mientras la condena a la pena capital pendía de Adolfo Crespo como una espada de Damocles sobre su gaznate, Pilar Primo de Rivera remitió al Juzgado una carta firmada por ella en calidad de delegada nacional de la Sección Femenina de Falange para ejercer todavía más presión en favor de aquél. La epístola confirmaba todo lo expuesto en las cartas anteriores, así como lo manifestado por el antiguo director de la prisión al juez militar. Decía así: «Pilar Millán Astray, Carmen Primo de Rivera, Margot Larios y María Primo de Rivera y Orbaneja: Certifican: que D. Adolfo Crespo, director que fue de la cárcel de Alicante (Reformatorio de Adultos), durante un año largo que estuvimos en él, se portó con nosotras muy bien en todo sentido, incluso evitando que nos mataran. Nos sacó en su coche para que nos despidiéramos de José Antonio (q.e.p.d.) y cuando fuimos trasladadas a la cárcel de Alacuás (Valencia) también en su coche nos llevó hasta allí, por temor a que nos hicieran algo grave en el camino. También se portó perfectamente las varias ocasiones que estuvo de director en la Provincial, con José Antonio y Miguel, concediéndole al primero cuanto pidió: como confesarse, un notario y despedirse de la familia, y en todo momento fue bueno y condescendiente, dándonos toda clase de facilidades para que pudiéramos soportar lo mejor posible nuestro cautiverio. Firmado: La Delegada Nacional, Pilar Primo de Rivera».
¿No es acaso un gesto encomiable de reconciliación impensable hoy día?