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Luces y sombras de la luna llena

Inusual, revelador y sustancioso concierto en Ávila del contratenor Carlos Mena y el músico Daniel Zapico
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La Razón
  • Arturo Reverter

    Arturo Reverter

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Obra: primer lied alemán. Intérpretes: Carlos Mena, contratenor y Daniel Zapico, tiorba. Iglesia de Batxikabo. Schubertiada de Valdegovía, Álava. 23-VII-2021.
En el municipio alavés de Valdegovía, fruto de una entente cordial entre la dirección de la Schubertiada de Vilabertrán, Gerona, y de la alcaldía de ese enclave alavés, hasta hace poco regida por Juan Carlos Ramírez Escudero, se viene desarrollando desde hace tres años una parte de ese certamen ampurdanés. En esta ocasión hemos podido asistir a un concierto inusual, revelador y muy sustancioso, que buceaba en la prehistoria del lied alemán, la que daría lugar mucho más tarde a las formas clásicas y románticas más reconocibles y trascendentes, que cristalizarían en la impar figura de Schubert.
Como señalan los dos artistas intervinientes en esta ocasión, “la maravillosa época del lied del siglo XIX no hubiera sido posible sin esta época barroca considerada la precursora del arte del canto poético acompañado”. Y sobre esa base han construido un programa de lo más ameno y didáctico, en el que la voz de Mena ha hecho maravillas partiendo de ese tinte penumbroso, sombreado, de brillos curiosamente sensuales, homogéneo aunque poblado de ricos claroscuros y manejado con una técnica soberana, que permite las más insospechadas gradaciones y seguir, cuando la música lo pide, las a veces nada fáciles agilidades en el curso de una coloratura altamente expresiva, así en el “aria XI sopra l’aria de Ruggiero” de Caspar Kittel (1603-1639) o en “O der rauhen Grausamkeit” (“¡Oh la ruda crueldad!”) de Heinrich Albert (1604-1651).
Nos solazamos previamente con el recitativo dramático de Heinrich Schütz (1585-1672) en “Eile mich Gott zu erreten” (”Apresúrate, Dios, a salvarme”), las figuraciones de “Bringt her dem Herren” (“Dad al Señor”) del mismo autor, la sorprendente salmodia “Jetztund kömpt die Nacht herbey” (“Ahora llega la noche”)del desconocido Johann Nauwach (mismo texto de la pieza de Kittel), los contrastes dramáticos de “Von der Ewigkeit” (“De la eternidad”) de Nikolaus Hasse (1617-1672). Dos canciones de Johann Krieger (1649-1725), “Lebe, leb du Durchlaughtges Haupt!” (“¡Vive, vive, cabeza serenísima!”), que marcó uno de los puntos de esplendor de Mena y la desgarradora “An die Einsamkeit” (“A la soledad”), en donde el contratenor alcanzó una extraordinaria cota expresiva.
En todo momento la voz tuvo el suntuoso apoyo y colaboración de la tiorba de Zapico, un instrumento de resonancias poderosas y exquisitas, manejada con una soltura y una riqueza de registros magníficos, en alternancias plenas de sentido. El virtuosismo del instrumentista quedó fuera de toda duda también a lo largo de una serie de piezas instrumentales de Giovanni Girolamo Kapsberger, “Il tedesco della tiorba” (1580-1651), insertadas entre las vocales procedentes del “Libro Primo” y del “Libro Quarto d’Intavolatura de chitarrone”. Los arpegios del comienzo de la “Toccata Arpeggiata” de aquel cuaderno nos trajo el recuerdo de “Asturias” de Albéniz. Mucho garbo en la “Ciaccona” del Libro IV.
Brillante Zapico en las agilidades de la “Toccata X” de ese mismo Libro, que tuvo su prolongación en la formidable “Colascione” del primer libro, con su característico “ostinato” rítmico. El tiorbista mostró su control de las agilidades y su desempeño en el logro de refinados “pianissimi”. Al final, con el público que casi llenaba (la pandemia manda) la iglesia muy volcado, pudimos escuchar como regalo en lucha con la reverberación del recinto un arreglo del intimista y contemplativo lied de Schubert “Meeres Stille” (“Mar en calma”) sobre poema de Goethe. Un sorprendente guiño que cerró la sesión en belleza.