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Crítica de “Jungle Cruise”: ★★★☆☆

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La Razón
  • Sergi Sánchez

    Sergi Sánchez

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Director: Jaume Collet-Serra. Guion: M. Green, G. Ficarra y J. Requa. Intérpretes: Dwayne Johnson, Emily Blunt, Jack Whitehall, J. Plemons. EE.UU, 2021. Duración: 127 minutos. Aventuras.
Una de las virtudes de “Jungle Cruise” es que nunca reniega de sus orígenes. El objetivo de la Disney es revitalizar el ímpetu transmedia de sus producciones. No felices con rehacer sus clásicos originales, y muerta y enterrada la saga de “Piratas del Caribe”, también inspirada en una atracción de Disneyland, ahora se atreven con otro de sus ‘tours’ de parque temático que la misma película concentra y parodia en la primera aparición de Dwayne Johnson como un capitán de barco buscavidas, en una escena de fulgor metalingüístico que tanto sirve para poner las cartas sobre la mesa -es el espectáculo pero también sus “entre bastidores”- como para establecer un tono, entre ligero y autoconsciente, que evoca cierto cine de aventuras clásico.
En dicha secuencia, los turistas dudan continuamente de los peligros y maravillas del viaje guiado por el capitán Frank Wolff, adicto a los chistes malos y con un carisma a prueba de leopardos, como adelantándose con ironía al escepticismo natural del espectador contemporáneo, que cree haberlo visto todo en materia de ‘blockbusters’. Es sanísimo que “Jungle Cruise” nos guiñe el ojo y diga: “¿y qué?”. A medio camino entre el homenaje a “La reina de África” y a “Tras el corazón verde”, con obligada y desafortunada parada y fonda en el estallido digital de la saga de “Piratas del Caribe”, “Jungle Cruise” logra convencer al respetable, en su primera mitad, por la feliz química entre los dos protagonistas (el irresistible Johnson y la resuelta Emily Blunt, que, emulando a las mejores heroínas de la ‘screwball comedy’, dispara réplicas como arpones) y por la risueña frivolidad de sus escenas de acción, empañadas más tarde por los fantasmas de Lope de Aguirre y sus secuaces (Dani Rovira y Quim Gutiérrez, como lo oyen, saturados de serpientes y carne putrefacta) y por el ruidoso barroquismo que convierte el “Árbol de la Vida” y las “Lágrimas de la Luna” que buscan nuestros héroes en un Santo Grial que parece una niebla de brumosos efectos especiales.
Hay una cierta contradicción en una película que celebra la pura luz del cine de aventuras de corte analógico, con momentos tan marcianos como la conversación entre el villano de rigor -un alemán prenazi, al que Jesse Plemons dota de una perversa elegancia- y una abeja o la confesional salida del armario de uno de los secundarios (la Disney se apunta a un bombardeo con tal de que no la tachen de discriminatoria), y el despliegue habitual del departamento de VFX en un interminable clímax que aplasta toda la empatía que habían despertado hasta el momento los protagonistas, precisamente cuando la dimensión romántica de su relación había eclipsado el peligro de las cataratas, el ataque de una (falsa) tribu caníbal y la amenaza de un submarino teutón en aguas amazónicas.

Lo mejor

Un aroma a cine de aventuras de cine clásico que impregna felizmente la primera parte del filme.

Lo peor

El clímax digital, tan furioso como ilegible, es una fotocopia de los finales del típico ‘blockbuster’ contemporáneo.