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Vuelve D’Artacán, vuelven los tres mosqueperros

Claudio Biern Boyd, de la mano de Toni García y Paco Sáez, actualiza el clásico de animación de los ochenta y lo convierte al 3D, empoderando por el camino a Juliette
APOLO FILMS
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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A principios de los setenta, cuando la televisión en España apenas soñaba con poder abrirse al mundo más allá de certámenes como Eurovisión, el Festival de la OTI o los mundiales de fútbol, un grupo de pioneros empezó a importar la animación hegemónica en el resto del mundo. Tito Basto, José Rodríguez y Claudio Biern Boyd fundaron, en 1972, BRB Internacional, compañía que les sirvió para traer a Televisión Española series como “Tom y Jerry”, “La abeja Maya” o “La pantera rosa”. No pasó mucho tiempo hasta que dichos contratos con Warner Bros. y Hannah-Barbera empezaron a recoger ecos todavía más internacionales, y en 1975 ya eran los responsables de los derechos de éxitos tan geográficamente lejanos como “Mazinger Z”. El mítico anime fue la puerta a un mundo completamente inexplorado, y con Biern Boyd a la cabeza, BRB se lanzó a la producción propia: “Ruy, el pequeño Cid”, “David el Gnomo” o “D’Artacán y los tres Mosqueperros” se crearon en España, se dibujaron en Japón y se disfrutaron en todo el mundo.
Cuatro décadas después de debutar en televisión y de seguir encontrando su hueco entre los más jóvenes gracias a las plataformas de “streaming”, las aventuras que nacieron de la pluma de Alexandre Dumas y a las que Biern Boyd dio un toque canino, vuelven en forma de largometraje. “D’Artacán y los tres Mosqueperros”, ahora con los protagonistas digitalizados en tres dimensiones pero apoyándose en los mismos valores de la amistad, la lealtad y el buen hacer, se estrena esta semana en salas con la intención de acercar el relato de la guardia real a los más pequeños y, de paso, despertar un torrente de recuerdos y nostalgia en sus padres.
Renovarse o morir
El reto era mayúsculo. ¿Cómo podíamos contar una historia que ya tiene cuarenta años para los niños de hoy en día, que tienen la misma edad pero cuyos intereses han variado tanto? Junto a Toni García, el director, queríamos respetar la esencia de D’Artacán, pero actualizar el relato y poder acercarlo a nuevos públicos. Creo que lo hemos conseguido”, explica Claudio Biern Boyd en entrevista con LA RAZÓN en uno de los pasillos del cine Conde Duque Santa Engracia. Y sigue: “Más allá del 3D, que creo que enriquece a los personajes, el desafío era adaptarnos a los tiempos. Por eso ha cambiado ligeramente el rol de las mujeres, Juliette y Milady, en la historia. Las hemos empoderado, las hemos convertido en referentes femeninos de lo que es defenderse sola. Milady, por ejemplo, se quita la capa y prácticamente es Catwoman. Era necesario y el relato lo agradece”, explica el creador de “La vuelta al mundo de Willy Fog” o “La banda de Mozart”.
Sentado junto a Toni García, director del nuevo filme de animación, y Paco Sáez, ganador del Goya y responsable de los “story-board” de la criatura, Biern Boyd explica que la película está “llena de acción, pero no de violencia”, y analiza la nueva infancia, esa que domina el lenguaje digital a costa de perder cierta capacidad de atención: “El cine sigue siendo la catedral del audiovisual. Es un evento en sí mismo y siempre lo seguirá siendo. Yo era el primero que tenía miedo de las distracciones, porque es una película familiar y pensada para que la disfruten los pequeños, pero cuando hicimos los primeros pases con público y vimos que, en la oscuridad de la sala, solo importaba la pantalla, nos quedamos mucho más tranquilos. La experiencia se seguirá conservando”, detalla.
Sentarse junto a uno de los padres de la animación en España, y a dos renovadores de la disciplina, que como García y Sáez creen en ello como industria sólida de creación de empleo, hace que la conversación derive, como es lógico, hacia la paupérrima salud del medio en un país que apenas pudo nominar a un solo largometraje a su premio de cine más importante: “La ley del audiovisual es una vergüenza”, irrumpe Boyd, antes de elaborar: “No puede ser que nos estemos rigiendo por unas normas de hace 17 años. Eso en el audiovisual y más en la animación son eones. Solo el 10% de los presupuestos del Ministerio van a animación, cuando se trata de los proyectos más sólidos y los que más trabajo dan durante más tiempo. Una película como la nuestra son tres años de trabajo, con un equipo de cientos de personas que cobran una nómina mensual. El Presidente del Gobierno vende que España quiere ser un Hollywood de Europa y, joder, perfecto, pero que se acuerde también de la animación, que es una mina”, remata con vehemencia.
García rompe su silencio reflexivo: “España es una cuna de talento narrativo en la animación. Además de director soy docente, y la situación es dramática, hay que partir siempre de cero. Para esta película, hemos llegado a formar nosotros mismos gente, porque no había profesionales suficientes. Hemos tenido que traer gente desde el cómic o desde la ilustración que aquí sí está encontrando un campo en el que desarrollarse profesionalmente”, añade, y conmina a los espectadores a ser parte de una experiencia que va mucho más allá de la animación, gracias a la participación de, entre otros estamentos, la Orquesta Sinfónica de Navarra, con Vanessa Garde a la batuta.