Grace Kelly y la maldición que acabó con su vida
Un día como hoy de 1982, la actriz de Hollywood que lo dejó todo para convertirse en princesa de Mónaco fallecía tras un trágico accidente de coche
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“Era difícil para la gente aceptar que ella podía hacer algo tan humano como tener un accidente automovilístico”, decía Estefanía, hija de Grace Kelly, en una entrevista a Paris Match en octubre de 2002. Fue la primera vez que alguien de la familia de la gran actriz de cine, diva hollywoodiense y princesa consorte de Mónaco se atrevía a hablar sobre su muerte, y lo hizo Estefanía, quien le acompañaba el día del trágico accidente. Todo ocurrió un 13 de septiembre, cuando Kelly conducía un coche junto a su hija para despedirse de las vacaciones de verano. No obstante, unas curvas, un zig-zag y una pérdida de control provocaron que el coche saliera disparado de la carretera: si bien Estefanía no sufrió daño alguno, Grace Kelly ingresó en el hospital, donde murió al día siguiente, con 52 años, cumpliéndose hoy 39 años de su fallecimiento.
Fue así cómo Kelly se consagró como leyenda. No solo por las varias teorías conspirativas que giraron en torno a su trágica muerte: desde culpar a su hija Estefanía, quien siempre negó haber conducido ese vehículo, hasta pensar que Kelly pudo tener un romance con un mafioso y que este habría ordenado la manipulación de su coche y, por tanto, su asesinato. Sino también por su capacidad de deslumbrar durante su vida y trayectoria profesional aún encontrándose con todo tipo de obstáculos.
Vivió lo que podría ser un perfecto guion para cualquier producción de Hollywood: estrella de cine se casa con un príncipe europeo y deja su talento para saludar desde Palacio. De abandonar su trabajo se arrepintió, pero tampoco se podría afirmar que antes de ser princesa de Mónaco tuviese una vida con total reconocimiento. En aquella época las desigualdades entre actor y actriz era el pan de cada día: incluso tras ganar un Oscar por “Atrapa a un ladrón”, de Alfred Hitchcock, su sueldo seguía siendo cuatro veces inferior al de su compañero de reparto, Cary Grant. Lo mismo le ocurrió con otra de sus grandes cintas: en “Mogambo” ganaba apenas la sexta parte de lo que cobraba el también protagonista de la cinta de John Ford, Clark Gable.
Y, de ahí, consagrada ya como una gran actriz y diva de Hollywood, a renunciar a su carrera para caminar hacia el altar, decisión que tomó por petición de su marido, Raniero III, y que nunca pudo revocar por prohibición tanto de él como de la propia familia real. Décadas después -se casó en 1956, cuando ella tenía 26 años-, confesó que dejar el cine fue la peor decisión que tomó en su vida.
Dependencia y maldición
A partir de entonces, Grace Kelly vivió por y para su familia y su nuevo país. Tuvieron tres hijos -Carolina, Alberto y Estefanía-, y protagonizaron una de las épocas más lujosas de Mónaco. No obstante, según ha revelado recientemente un documental bajo el título “Grace Kelly: The Missing Milliones” (”Grace Kelly: Los millones desaparecidos”), si bien de puertas para fuera la actriz parecía tener una vida de ensueño, esta cinta muestra la cara oculta de la vida en Palacio. Cuando se casó con Raniero III, Kelly perdió su independencia financiera y, cuando murió, según el documental, apenas tenía 10.000 dólares (unos 8.500 euros) a su nombre, teniendo en cuenta que esa cifra, según su posición social, debería haber ascendido a más de 50.000.
Y, a toda esa imposibilidad de recuperar su sueño cinematográfico y la única opción de dedicarse a su familia y a un país ajeno, se le unen las innumerables infidelidades. Pero no solo por parte de uno de ellos, sino que fueron mutuas. Fue su talento como actriz el que le permitió disimular cualquier tipo de frustración o mentira hacia su marido.
Estando ya prometida, la actriz, según algunas biografías que se han escrito sobre ellas, mantuvo romances con Frank Sinatra, Marlon Brando, Tony Curtis y David Niven, entre otros, dándose por hecho hasta ahora que con este último se veía incluso estando ya casada. Asimismo, el príncipe nunca dejó de tener amantes, una forma de actuar que se ha visto repetida en otros miembros de la familia Grimaldi.
Una vida amorosa, por tanto, infeliz, tanto antes como después, inevitablemente, de la repentina muerte de Kelly. Una situación que bien convencería a los más supersticiosos, pues responde a la leyenda de la “maldición” de los Grimaldi: la sentenció una amante gitana de Raniero II al conocer que se iba a casar con una noble, diciendo que “ningún Grimaldi encontrará la felicidad en el amor”.