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Crítica de teatro

“Onán”: Maneras de amar y de sentir ★★★☆☆

Llum Barrera e Iñaki Miramón en "Onán"
Llum Barrera e Iñaki Miramón en "Onán"RICARDO ESPINOSATeatro Infanta Isabel

Autor: Nacho Faerna. Director: Fernando Soto. Intérpretes: Iñaki Miramón, Llum Barrera y Fernando Soto. Teatro Infanta Isabel, Madrid. Hasta el 12 de octubre.

Acostumbrados como nos tiene el teatro comercial a los mismos argumentos, y a las mismas soluciones dramáticas en los textos que soportan esos argumentos, resulta alentador toparse con una obra como esta en el inicio de la nueva temporada. Ojalá todo lo que venga después, en ese llamado “teatro comercial”, tenga los mismos mínimos de calidad. Y no es que “Onán” suponga precisamente una revolución escénica −ni creo tampoco que lo pretenda, porque entonces no sería comercial−; pero su autor toca asuntos un poco distintos de los habituales y plantea, con rigor dramático, algunas ideas un tanto transgresoras con respecto al pensamiento dominante que llegan al espectador, merced a la eficaz dirección que ha hecho Fernando Soto, de una manera directa y reveladora.

Un adolescente es sorprendido masturbándose en los baños de su colegio. Su profesor (el propio Fernando Soto) quiere reunirse con los padres del chaval para tratar el tema, pero el padre (Iñaki Miramón) no tiene tan claro como la madre (Llum Barrera) que haya en verdad algo importante de lo que hablar. Incluso desconfía de las intenciones del educador.

Hay algunos estereotipos a la hora de buscar el humor (por ejemplo, la repetida equivocación del padre con respecto al nombre del profesor); hay una serie de planteamientos que, por estar expresados directamente al público, fuera del curso natural de la ficción, perjudican el ritmo y la cohesión –además, suenan forzados y sermoneadores−; y hay, por último, una cierta inconsistencia a la hora de perfilar el personaje del padre, que algunas veces se nos presenta como una persona culta, de sensibilidad artística y propensión al razonamiento, y otras veces parece el tipo más tarugo que se haya podido encontrar uno en la vida.

A pesar de ello, “Onán” es una comedia que se ve con agrado hasta el final y que encierra una reflexión muy perspicaz −y yo diría que muy necesaria en una sociedad ya tan presuntamente avanzada− sobre la libertad individual para experimentar el sexo y el amor como a uno le dé la gana –siempre, claro está, que esa libertad no se inmiscuya en la de la persona deseada, ni en la de cualquier otra− y sobre el derecho de cada uno a su parcela de intimidad para vivir ese amor, incluso frente a la persona amada.

Lo mejor

El tema de fondo está bien traído y, lo que es más difícil e importante, bien sostenido dramáticamente.

Lo peor

En la forma, es demasiado deudora de algunas fórmulas cómicas ya un tanto manidas.