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El mapa de Vinlandia es falso y fue realizado en el siglo XX para desacreditar el viaje de Colón

El mapa trataba de desacreditar al navegante que llegó a América financiado por los Reyes Católicos y no es, por tanto, un primer mapa de Groenlandia y Norteamérica anterior a Colón

Mapa de Vinlandia
Mapa de VinlandiaWikipediaWikipedia Commons

Acaba de descubrirse, más allá de toda duda, que el famoso y polémico mapa de Vinlandia, que se conserva en la Biblioteca de Yale, es una hábil falsificación del siglo XX, gracias al estudio de su tinta por los conservadores e investigadores de esa universidad. No es, por tanto, un primer mapa de Groenlandia y Norteamérica anterior a Colón, sino una pieza sofisticada que ejemplifica bien la pasión humana por la mentira. Se suma a otras tantas polémicas que abundan sobre manuscritos antiguos, papiros, mapas, tejidos y reliquias que apasionan tanto a los expertos como al público general, ya desde el Renacimiento (Valla o Casaubon desvelaron, por ejemplo, la Donación de Constantino y el Corpus Hermeticum).

Casos como la Sábana Santa, el Papiro de Artemidoro o el manuscrito Voynich son también objeto de curiosas ficciones modernas. Quizá lo de menos sea si son verdaderas o falsas estas obras. Lo interesante del mapa de Vinlandia es conocer el trasfondo e intencionalidad del fraude. América no la descubrieron los vikingos.

Pero, ¿por qué falsificamos?¿Qué nos lleva a intentar hacernos pasar por otras personas, apropiarnos de una obra ajena o bien poner la nuestra bajo la sombra prestigiosa de una personalidad –mítica o real, definida o evanescente– y de una época de leyenda? En uno de los libros más apasionantes de los últimos años, «Falsarios y críticos: creatividad e impostura en la tradición occidental», el profesor Anthony Grafton desvelaba la historia de la cultura como una pugna casi arquetípica entre los que intentaban hacer pasar por auténticas obras falsas y los que las descubrían: ya sea en el campo de la filología, la arqueología, la epigrafía, la diplomática y la paleografía, el tema tiene indudablemente ribetes jurídicos. Se llegan a pagar fortunas por estas piezas y, ciertamente, hay delitos que castigan las falsificaciones en diversas épocas y sistemas judiciales: famosos son los pleitos en torno al papiro de Artemidoro o, aquí, el de las falsificaciones de Iruña-Veleia. Muchas veces responden a intereses económicos o ideológicos –¿a quién le interesaba aquí negar la primacía de Colón en América?– pero acaso son más fecundas las postrimerías literarias, artísticas y filosóficas de la falsificación, y que tienen que ver con las razones por las que los humanos mentimos; y pienso en personalidades tan apasionantes como nuestro Abate Marchena, Osián-James Macpherson o el genial falsario griego Konstantinos Simonides. En todo caso, en el caso del mapa de Vinlandia, hay que apuntarle un tanto al equipo de los críticos en ese partido que es quintaesencial. Pero, claro, son muchos más todavía los falsarios por desvelar.