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El Papa, el indigenismo y la trampa posmoderna del perdón

Las declaraciones del Papa han reavivado el debate sobre la conquista de América, una polémica que bebe de la leyenda negra y el aprovechamiento sectario del pasado
La RazónEFE

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Leía el cardenal Rogelio Cabrera, presidente del Episcopado Mexicano, en el marco del bicentenario de la independencia del país, una misiva firmada por el Papa Francisco en la que pedía disculpas al pueblo mexicano. El perdón papal «por todos los pecados personales y sociales, por todas las acciones u omisiones que no contribuyeron a la evangelización» (¿los que contribuyeron son otra cosa?) ha sido interpretado como un respaldo al revisionismo de López Obrador, empecinado en exigir a la España de hoy un perdón retroactivo al México actual por los actos cometidos por los hombres de ayer contra pueblos indígenas pretéritos. Incluso el Delorean de la conmiseración se haría un lío viajando con sus disculpas de Antaño a Hogaño y volviendo.
Alberto Gil, escritor y ensayista, doctor en Derecho y en Ciencias de las Religiones, autor de «La Conjura silenciada contra España» y «La leyenda negra: historia del odio a España», considera que el Papa ha caído, ingenuamente, en la «trampa postmoderna del perdón». Ha tratado, cree él, «de entonar el “sua culpa” por los “errores muy dolorosos” y “pecados personales y sociales ajenos a la evangelización”, de un sujeto que no identifica (pero que parece claro), como vía indirecta para recordar y contrastar los ataques producidos contra “el sentimiento religioso cristiano del pueblo mexicano”, tras la independencia», añade el autor sobre el contexto.
Para Alejandro Rodríguez de la Peña, Catedrático de Historia Medieval en la Universidad San Pablo CEU de Madrid, estas disculpas «no tienen nada de nuevo, pues ya Juan Pablo II las formuló en repetidas ocasiones y el propio Francisco no es la primera vez que habla en este sentido». «Lo que ha cambiado no es el discurso de la Iglesia» explica, «es la recepción social y mediática de ese discurso». Y sigue: «La nefasta cultura de la cancelación ha hecho que en América se interprete por algunos sectores como una especie de aval a las políticas de supresión y demonización del pasado español (occidental) de la América latina. Por otro lado, en España se empieza a detectar un cierto hartazgo hacia el discurso necrolegendario sobre nuestra época imperial. Y esto ha provocado lo que a mi juicio es una sobrerreacción en algunos ámbitos, políticos y mediáticos, interpretando la carta del Papa como un insulto a España o un ataque a la Conquista de América, cuando ninguno de los dos términos aparece en ella», opina.
Contra la hispanofobia
María Gelpi, profesora de filosofía y teóloga, que interpreta el perdón como «acto muy loable y cristiano por la asunción de una culpa reconocida y un propósito de enmienda», añade que «lo cierto es que el perdón, en su misma etimología (para dar), lo que busca y pide es cancelar el conflicto, todo lo contrario a una revisión continua».
También Gil Ibañez presupone como bien intencionada la disculpa papal, pero considera que esta resulta «poco afortunada, pues tenía que saber que iba a ser utilizada por López Obrador, y los hispanófobos, en su batalla personal contra el pasado español, que abunda en un relato negrolegendario que en nada favorece ni a España ni a la propia Iglesia». Pero, ¿es posible que las disculpas del Papa tengan que ver con el hecho de que sea en Latinoamérica precisamente donde la iglesia sigue manteniendo su poder y relevancia frente a la pérdida de fieles o católicos practicantes en Europa? ¿Qué otros factores podrían valorarse? ¿Influye el auge de las iglesias evangélicas, que amenazan el statu quo histórico de la región?
En opinión de Alberto Gil, «la Iglesia católica está perdiendo fieles en Europa por efecto del ateísmo y el agnosticismo, pero en América está sufriendo una competencia todavía más peligrosa: el empuje de las iglesias evangélicas y protestantes que vienen del norte. Por eso se entiende todavía menos el enfoque papal, que se equivoca de diana. Si la Iglesia católica quiere recuperar el peso que tuvo cuando los evangelizadores españoles predicaban en el Nuevo Mundo, debe defender su enorme y valioso legado (Fray Junípero Serra o las misiones jesuíticas) ¿La iglesia anglicana o las protestantes de los EEUU han pedido disculpas por el sistemático exterminio indígena al norte del Río Grande o porque este fuera “justificado” expresamente por más de un pastor y escritor protestante, como John Underhill, John Mason y Martin Kreiger? Nada que ver con la doctrina de la Escuela de Salamanca, la Controversia de Valladolid o nuestro mestizaje», explica.
Rodríguez de la Peña, por su parte, considera que este tipo de cálculos no encaja en la forma de actuar del Papa Francisco. En su opinión, un factor que sí debe valorarse es que «en Latinoamérica el asunto de la protección de los indígenas frente a las oligarquías criollas ha sido siempre una preocupación de la Iglesia, ya desde las Reducciones jesuíticas del Paraguay. Además, hay que comprender que el Papa Francisco procede de un país, Argentina, que destaca por ser, junto a Chile y Uruguay, una nación donde apenas quedan indígenas. Esta casi desaparición se debió a las brutales políticas de sus gobiernos en el siglo XIX y no tienen nada que ver con el periodo virreinal español. Pero la preocupación casi obsesiva por los indígenas de Francisco le lleva a pedir disculpas en un contexto mejicano donde la prensa, tanto española como internacional, lo atribuye a la Conquista española, cuando Méjico es uno de los países con mayor mestizaje indígena de América. Este factor psicológico en la personalidad de Jorge Bergoglio, el bonaerense antes que el Papa, pesa mucho».
La mentira del paraíso americano
«Por supuesto que la Iglesia busca ese diálogo de permanencia, visibilidad y voluntad de entendimiento con Latinoamérica, que le garantiza estar presente, y que tantas ambivalencias puede generar». Habla Gelpi, para quien «todas las declaraciones de todos los interlocutores son intencionales y estratégicas, al margen de su honestidad». «Sin embargo» apostilla «en relación al contexto cultural, yo veo otro factor: un guiño a la Teología de la Liberación que fue la que formuló el concepto de pecado estructural. Tradicionalmente, el pecado, para la Iglesia, es un acto personal y así se mantiene en el Catecismo de la Iglesia Católica en su número 1868. El sujeto moral responsable es por tanto el individuo y no las instituciones. Otra cosa distinta es que se pueda hacer un juicio moral y crítico de los hechos del pasado».
«El problema» tercia Gil Ibáñez «es que tras la Independencia de Hispanoamérica se produce una gran decadencia en todos los órdenes de la región e incluso matanzas de indígenas que se han tratado de ocultar: destrucción de los indios Pastos de Ecuador por Bolívar, erradicación de los araucanos y mapuches en Chile y la confiscación de sus tierras, campaña del desierto en la Patagonia argentina donde perecieron unos 14.000 indios, muerte del 67% de los indios paraguayos sin respetar ni edad ni sexo... Como las nuevas élites criollas no querían asumir su propia responsabilidad, crearon como cortina de humo y maniobra de distracción un relato “fake” lleno de bulos, con el apoyo entusiasta de escritores y políticos anglosajones, señalando como culpable de todo al “pasado español” y apelando a un supuesto paraíso pre-hispánico, con el que ellos se identificaron. La América pre-hispana no era ningún paraíso idílico rousseaniano: las guerras internas eran moneda de cambio, existían pueblos sometidos por otros pueblos, había sacrificios humanos, canibalismo y el Imperio Maya había desaparecido siglos antes de llegar los españoles. Por el contrario, el periodo de mayor esplendor de América, norte y sur, fue durante la época virreinal donde los Virreinatos de Nueva España y de Perú figuraban entre las regiones más prósperas del mundo en todos los órdenes. Por eso la mayoría de ellos se opuso a la Independencia».
«Lo que tiene que hacer la Iglesia, y los países hermanos de América hoy», concluye Gil Ibáñez, «es precisamente recuperar y actualizar ese “modelo de éxito que arteramente se les ha ocultado” y que a ellos pertenece, en lugar de tirar piedras contra su propio tejado o seguir a líderes de cartón piedra que sólo buscan sembrar la división y la cizaña».
Para Rodríguez de la Peña lo interesante sería «poner en valor la aportación del Cristianismo y la civilización occidental que España llevó a América. Buena parte del continente pasó del Neolítico al Renacimiento en unos pocos años. Y la otra parte pasó de pertenecer a imperios sacrificadores en proporciones industriales no igualadas en ningún otro lugar del globo, a pertenecer a una Monarquía universal humanista que velaba por la dignidad de sus súbditos americanos, más allá de los abusos de algunos conquistadores», remata sobre la artificial polémica de estos días.