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Música

Crítica de clásica

Semenchuk, entre canciones de cuna

Obras de Glinka y Mussorgski. Ekaterina Semenchuk, mezzosoprano y Semjon Skigin, piano. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 4 de octubre de 2021.

Ekaterina Semenchuk acompañada por Semjon Skigin
Ekaterina Semenchuk acompañada por Semjon SkiginLa Raz

Alto interés tenía volver a escuchar a Ekaterina Semenchuk en el ciclo de lied del CNDM y el Teatro de la Zarzuela. La mezzo es una de las mejores voces de su cuerda en la actualidad, como pudimos comprobar el Teatro Real en sus interpretaciones de Amneris, Eboli o Azucena y en la misma Zarzuela hace tres años. ¿Quién mejor que una artista rusa para abordar a Glinka y Mussorgski? Esto es lo que traía esta vez en el programa.

Obviamente el ciclo “Despedida de San Petersburgo” de Glinka, con sus doce canciones, es más amplio que el de “Cantos y danzas de la muerte” de Mussorgski con sus cuatro piezas. Pero en profundidad es como comparar día y noche. Basta el ejemplo de las canciones de cuna de uno y otro, bastante inspirada en Schubert la del primero y terrorífica emociaonalmente la del segundo. De aquél muy poco frecuentado ciclo, y de ahí parte del interés de la velada, sobresale el peculiar bolero a la rusa, la “Cavatina” con su contraste entre sus estrofas inicial y final, la amplia “Fantasía” y, muy especialmente, la dulzura de “La alondra”. El ciclo de Mussorgski se escucha habitualmente en cuerda de bajo, aunque habría que recordar a la también mezzo Marjana Lipovsek entre las mejores versiones de la obra.

Ekaterina Semenchuk es dueña de una voz de mezzo timbrada, centrada en su cuerda, homogénea, de agudo preciso y graves sólidos, fiato controlado, dicción clara, musicalidad intachable y capaz de concentrarse en cada pieza que aborda, mostrándose más expresiva en lo vocal que en lo escénico. Sin duda una de las mejores mezzos de hoy. El público, que ya asistía sin limitación de aforo y tenía ganas de entregarse, respondió con “bravos” y la artista, acompañada sin brillo especial por Semjon Skigin, ofreció propinas: “La danza” del citado Mussorgski, una habanera de “Carmen” sin derroche de inspiración y la “Serenata española” de Bizet