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Francis Ford Coppola se reconcilia con los “Rebeldes” a los que cambió la vida

Tras años de disputas creativas, el realizador de “Apocalypse Now” y “El padrino” vuelve a estrenar un corte de la película en la que aparecían Tom Cruise, Ralph Macchio o Patrick Swayze
WARNER CLASSICS
La Razón
  • Matías G. Rebolledo

    Matías G. Rebolledo

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Por una cuestión coyuntural y tecnológica, pero no por ello ajena a la historiografía del cine, tendente siempre a revisarse y a ser hijo del «zeitgeist» cultural reinante, hace tiempo que Francis Ford Coppola anda perdido en el ensimismamiento. No hay nada malo, y perdonen la aliteración, en sí mismo, pero sí en que ello acabe siendo una enmienda otra vez de lo mismo. Después de lanzar el sexto corte (quien escribe los ha visto y contado) de «Apocalypse Now», remasterizar la tercera parte de «El padrino» mediante una ínfima coda y aparcar «Megalópolis», su proyecto infinito, durante al menos unos meses más, el director más reverenciado del nuevo Hollywood ha vuelto a henchirse de onanismo: tras presentarla en las secciones clásicas de San Sebastián o Cannes, «Rebeldes» (1983) vuelve a la vida en un nuevo montaje, ahora con el subtítulo «La novela completa».
El bueno de Coppola nunca quedó satisfecho con el corte original de la película, que Warner Bros. dejó en unos 90 minutos perfectos para las salas pero ajenos a la violencia y a la propia reflexión sobre la adolescencia masculina del director y del libro original de S. E. Hinton («The Outsiders»). El trauma fue tal, y estamos hablando de un realizador que entre sus batallas de rodaje ya contaba con un desorden alimenticio adquirido, que Coppola se alejó momentáneamente del cine, contrariado por la quimera del corte final.
Una generación de oro
En 2005, y tras una pequeña batalla legal, pudo acceder al metraje completo y hacer pública su versión, pero aquel montaje quedó enterrado en los extras del DVD. Casi cuatro décadas después de su estreno original, «Rebeldes» volverá a los cines de medio mundo en su versión restaurada y tal como la planeó Coppola, con 120 minutos de acción prepúber, navajas brillando bajo la luna y mucha gomina. Este cierre, casi terapéutico antes de que el director vuelva por sus fueros con una película lineal y argumental canónica casi dos décadas después de la última, es también el de la reconciliación de Coppola con Warner y con una pandilla a la que cambió la vida. No en vano, sus «greasers» tenían la cara de futuras estrellas como Tom Cruise, Rob Lowe, Matt Dillon o Diane Lane, pero a su vez eran la confirmación autoral de astros más inmediatos, como Ralph Macchio («Karate Kid») o Patrick Swayze («Dirty Dancing»).
Para el anecdotario historiográfico, ese con el que anda a vueltas el director, queda la aparición en un pequeño papel de su hija, Sofía Coppola. Cuenta el padre, en varias biografías, que fue tal el número de cartas enrabietadas que llegaron de aficionados a la novela original quejándose, que hasta la pequeña de los Coppola tuvo que ayudar en la lectura.