Polémica
Detienen la frívola subasta de un kit nazi para tatuar judíos
La herida del nazismo vuelve a abrirse tras una controvertida puja en Jerusalén
El 3 de noviembre pasado un tribunal israelí detuvo la subasta en el mismo Jerusalén de un kit de tatuaje de judíos usado por los nacionalsocialistas en Auschwitz. Se trataba de ocho troqueles de acero del tamaño de una moneda de céntimo, erizados de alfileres, que se clavaban en los brazos de los prisioneros para tatuar el número de serie. Salió a subasta por un valor proyectado de 30.000 a 40.000 dólares. Una asociación de supervivientes de aquel infierno, indignados por la comercialización de su sufrimiento y la banalización del mal, lo denunció en un juzgado de Tel Aviv.El juez paró la subasta, aunque hasta el 16 de noviembre no se tomará una decisión definitiva. El problema jurídico es que Israel no tiene una ley contra la venta privada de esta clase de objetos relacionados con el Holocausto.
No se trata solo del mercadeo con los objetos que simbolizan el mal, con los que se degradó y aniquiló a millones de personas, sino la falta de empatía hacía cierta clase de dolor ajeno, algo muy señalado cuando es el pueblo judío. El sitio de estos utensilios de la muerte es un museo, como el del Holocausto Yad Vashem, donde se puedan encontrar, bien documentados, para recordar y advertir sobre el mal; esto es, deben tener una función social de concienciación y respeto a los derechos humanos. No es la primera vez que se banaliza el mal.
En marzo de 2019 saltó una noticia sobre un hecho que se venía repitiendo desde hacía demasiado tiempo: turistas en los campos de exterminio de Auschwitz, y dentro de las instalaciones, se hacían selfies para colgarlos en las redes. Hombres y mujeres posando sonrientes, con el mismo gesto que si estuvieran en la playa o en una fiesta, salían delante del lugar donde fueron torturados y exterminados muchos seres humanos. La denuncia entonces se acompañó de la reproducción de dichas fotos sacadas de Twitter, Instagram y otros lugares. Eran personas en apariencia normales, con una vida acomodada, jóvenes, con acceso ilimitado a la información, y con una educación escolar suficiente como para conocer qué era aquello y la importancia de la vida humana. Las autoridades del museo que ahora alberga los recuerdos de Auschwitz pidieron a los visitantes inteligencia, responsabilidad y misericordia.
Distorsión cognitiva y humana
El complejo museístico se había montado para que no se olvidara el horror del totalitarismo, el sufrimiento de tantas personas, el genocidio del pueblo judío y de tanta otra gente. La indignación fue grande. Seguramente esas personas que se hacían selfies a las puertas del campo de concentración con cara sonriente y en pose seductora eran individuos que se escandalizan por el vertido de petróleo en el mar o por una agresión sexual. ¿Por qué no por el Holocausto? Esa banalización, esa idea de «eso pasó hace mucho tiempo», o «ya han dejado de matar», como ocurre con ETA, tiene una explicación psicológica. La falta de empatía con el sufrimiento ajeno es una patología inducida por la ausencia de valores o de moral, o bien, por sostener una ideología igualmente liberticida. Acudir a un lugar de muerte para hacerse un selfie es una evidente distorsión cognitiva y humana. Un dibujante publicó en 2006 una viñeta en el periódico de más tirada en España en el que se equiparaba el Holocausto con los acontecimientos en Gaza.
Era una muestra de antisemitismo, insensibilidad y conocimientos que llevaba a despreciar la Shoa para hacer política ahora contra Israel. En febrero de 2020, poco antes del confinamiento, una comparsa del Campo de Criptana (Ciudad Real) representó a nacionalsocialistas de las SS y presos judíos bailando música disco. Su intención era hacer un «homenaje» a los presos y asesinados, pero el medio fue un tremendo error. Pidieron perdón, aunque el daño y la humillación ya estaban hechos.
En los últimos años se hacen todo tipo de comparaciones de grupos políticos corrientes, llamados de «ultraderecha», con el nacionalsocialismo. Este mal uso del lenguaje es una frivolidad inexcusable cuando se utiliza para definir a organizaciones o gente que se dedica a hacer escraches y boicots violentos. El nacionalsocialismo era una ideología que contemplaba el exterminio sistemático, bien calculado, de determinados pueblos y grupos distinguidos por su «raza», religión, ideas políticas, lugar de nacimiento, o costumbres privadas. El uso inapropiado no solo banaliza lo que fue el Holocausto sino que deja al descubierto la ignorancia del emisor o el intento de manipulación de los oyentes, lectores o votantes.
El antisemitismo que abanderan cierta izquierda y derecha también es el origen de esa banalización, en una sociedad infantilizada y con más desconocimiento del que se presupone. El mejor remedio para evitar esta degradación colectiva es poner rostro y nombre a las víctimas, intentar alejarse de los fríos números, muchas veces con terribles cifras aproximadas, y presentar que fueron personas como ellos.
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