“La tabernera del puerto”, o el mal fario
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Interpretes: María José Moreno, Damián del Castillo, Antonio Gandía, Rubén Amoretti , Ruth González, etc. Dirección de escena: Mario Gas. Dirección musical: Óliver Díaz. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 21 de noviembre de 2021.
Esta zarzuela de Pablo Sorozábal es para muchos la última gran zarzuela. Se estrenó en Barcelona en 1936 y llegó a Madrid en 1940. Antes y después de una guerra que algunos se empeñan en no dejarnos olvidar. El mal fario de este buen espectáculo viene de lejos. En 2006, dentro de la temporada de celebraciones del centenario del Teatro de la Zarzuela, se estrenó una producción de «La tabernera del puerto» firmada por Luis Olmos que resultó un tanto gris, con una oscura y atiborrada escenografía y una escasa dirección de actores. En 2018 llegó la actual producción en pleno conflicto por la pretendida absorción del Teatro de la Zarzuela por el Teatro Real. Se habían previsto doce funciones, pero finalmente sólo se ofrecieron dos a causa de aquel enfrentamiento. Todos los artistas cobraron sus cachés y el teatro perdió la taquilla. Se programó su reposición para junio del pasado año, pero la pandemia obligó a cancelar las representaciones. Se vuelve a programar ahora y son nuevos enfrentamientos sindicales con la Administración, posiblemente con razones, los que han impedido la primera de las funciones el viernes y veremos cómo prosigue este asunto bastante envenenado. Entretanto, la producción viajó a Sevilla y Oviedo.
Se cuenta con la dirección de escena de Mario Gas, gran conocedor del mundo teatral de Sorozábal por sus vínculos familiares ya que su padre, el bajo Manuel Gas, la estrenó en Madrid en 1940 y alcanzó desde entonces gran éxito con su interpretación de Simpson, y musical de Óliver Díaz, que también la tiene muy rodada. En la encomiable producción también participan el escenógrafo Ezio Frigerio, formado junto al gran Giorgio Strehler y colaborador de Vittorio de Sica o Bernardo Bertolucci, entre otros, y la figurinista Franca Squarciapino, Oscar de Hollywood por su vestuario para Cyrano de Bergerac en 1990 y habitual diseñadora de vestuario en producciones para el Metropolitan de Nueva York y las óperas de Viena o Covent Garden.
La puesta en escena subraya los aires portuarios y de ultramar, lleno de mestizajes y modernas fusiones en el contexto del relato del romance marinero, con un permanente mar de fondo a través de proyecciones en el telón o los decorados. Uno solo, de tres paredes, resuelve prácticamente todo, salvo la proyección en la escena del naufragio.
Aciertan a dar su propia importancia a los diálogos y al canto, con lo que ofrecen teatro. Buena parte de ello radica en la excelente labor de todos y cada uno del reparto secundario, que muestra algo muy propio del género que ha de estar bien hecho y que precisa cantera. Sobresaliente el rotundo bajo Rubén Amoretti y relevantes también los protagonistas, si bien Maria Jose Moreno convence más en el registro agudo que en el central y a Antonio Gandía, que proyecta y coloca muy bien la voz, un mayor peso y es que estamos habituados a escuchar su célebre aria en voces de tenores más líricos que ligeros.
Dos horas y media incluidos dos descansos de 10 minutos cada uno, que apenas sirven para estirar las piernas. Éxito indiscutible y esperemos que ello acabe con el mal fario que se venía arrastando.