Crítica de “Espíritu sagrado”: divino porvenir ★★★★★
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Dirección y guion: Chema García Ibarra. Intérpretes: Nacho Fernández, Llum Arques, Joanna Valverde, Rocío Ibáñez. España, 2021. Duración: 97 minutos. Drama.
¿Sueña la España de provincias con deidades hinchables? “Espíritu sagrado” habla de la necesidad de creer: en los ovnis, en las videntes, en la telerrealidad, en las nubes de jabón, en un tema de Sacred Spirit que nos desea felicidad y prosperidad cuando sentimos que el mundo se acaba. Lo que parece un universo propio del Almodóvar más manchego -en particular, el de su primera obra maestra, “¿Qué he hecho yo para merecer esto?”- se transforma muy pronto en una película sobre la fe y sus desdichas.
Ese humor marciano, tan presente en los anteriores filmes de Chema García Ibarra, y que sabe conectar con inquietante naturalidad el localismo ilicitano con el surrealismo bretón del Bruno Dumont de “Petit Quinquin”, parece cambiar de registro a medida que la trama se aleja del pintoresquismo bizarro para confesar otra creencia, la de su director en sus personajes y, por extensión, en esa otra realidad a la que han consagrado sus vidas, donde las premoniciones (“¡Qué viene el león!”), los símbolos esotéricos (esas esfinges que presiden espacios cotidianos) y las invocaciones (hombres y mujeres convertidos en pirámides de neón, esperando el contacto cósmico) son un código secreto para descifrar lo que no entendemos, y seguiremos sin entender, de la naturaleza humana.
Así las cosas, el supuesto secuestro de una niña sirve como catalizador de un fascinante ‘dramatis personae’, observado con perturbador hieratismo, que acaba cerrando el foco sobre la relación entre José Manuel (magnífico Nacho Fernández), que parece haber encontrado el sentido de su existencia entre abducciones y mandatos sectarios, y su sobrina, hermana gemela de la desaparecida. García Ibarra se acerca al vínculo entre ambos a través de una serie de secuencias, a cuál más brillante -la atracción de feria a ritmo de la versión de “Zombie” de Los Sobraos; el abrazo sostenido de su despedida, cerrado con un plano de las manos dubitativas de José Manuel-, que encuentran un extraño, alquímico equilibrio entre lo angustioso y lo conmovedor. Al final, da la impresión de que “Espíritu sagrado” ha sabido extraer del costumbrismo excéntrico un secreto milenario, ancestral, más viejo que las piedras y el suelo.
Lo mejor
Es una de las propuestas más atrevidas y estimulantes del cine español de este año.
Lo peor
Su extraño, ambivalente tono narrativo puede desubicar al espectador no avisado.