Crítica de “El amor en su lugar”: canta Polonia, canta ★★★★☆
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Director: Rodrigo Cortés. Guion: R. Cortés (Obra: David Safier). Intérpretes: Clara Rugaard, Ferdia Walsh-Peelo, Magnus Krepper. España, 2021. Duración: 103 min. Drama.
La vida sigue, sigue siempre adelante, aunque no sepas cuándo vas a morirte, de hambre, de frío, por los disparos de un nazi que solo quería saber cuánto aguantas antes de cerrar los ojos para siempre. En el helador enero de 1942, 400.000 judíos de toda Polonia llevaban ya un año confinados por Hitler en un estrecho gueto levantado en mitad de Varsovia. Fuera de ese ominoso muro (desde el punto de vista histórico, muchos lo son), la gente sigue adelante. Pero, dentro, hombres, mujeres y niños intentan continuar en pie un día más. Un día más, al menos.
Resulta casi milagroso que en medio de la extrema miseria, de los apretados y andrajosos abrigos que cuelgan sobre estos casi esqueletos humanos, un grupo de actores decidan poner en pie una comedia musical. Durante la representación (prohibido aplaudir, solo pueden responder al esfuerzo a la compañía dando taconazos en el suelo), los espectadores agradecen la ingenua historia de amor que representan y consiguen olvidar por un rato lo que sucede afuera. Ellos no lo saben, pero varios intérpretes están decidiendo protagonizar una obra distinta, una huida para escapar del país. Hasta que en la sala irrumpe un militar germano y la tragedia comienza a tomar forma aunque nadie sepa contra quién. Entre dulces e inocentes canciones que hablan de escapar, de la pasión juvenil y, también, de la durísima existencia en el gueto, la película de Cortés consigue acercarnos de nuevo al Holocausto pero de una manera muy emocional, cotidiana e íntima, desde la llamada intrahistoria, formada por personajes como estos y ya muchos condenados. Un filme que reivindica la importancia del arte frente al terror, capaz, aunque sea por un tiempo, de diblar al miedo. Porque solo 50.000 personas pudieron contar lo que fue aquel infierno.