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Tracios, getas y dacios: los señores del Danubio

A orillas del Danubio se forjó una civilización que estremeció a los orgullosos griegos y llegó a poner contra las cuerdas a la poderosa Roma. El libro «Tracios, getas y dacios», de Radu Oltean, arroja luz sobre esta estirpe de indómitos guerreros
DESPERTA FERRO
La Razón

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- “Tracios, getas y dacios”, de Radu Oltean (Desperta Ferro Ed.)
Los historiadores de la Grecia clásica y helenística tuvieron que reconocer a regañadientes no solo el poder alcanzado por las tribus tracias, que habitaron los territorios de las actuales Bulgaria, Serbia, Macedonia y el norte de Grecia, sino también el alto grado de desarrollo social y cultural alcanzado por su civilización a lo largo de los siglos VI-IV a.C. Reinos como el de los odrisios eran temidos por su fuerza militar y su influencia política en las regiones situadas al norte de la Grecia histórica y del reino de Macedonia. Solo el embate de los ejércitos de Filipo II y su afamado hijo, Alejandro Magno, lograron contrarrestarlos y someterlos temporalmente. Sus guerreros eran apreciados como mercenarios, y junto a arqueros escitas y otras fuerzas extranjeras llegaron incluso a formar parte de la policía de la sofisticada ciudad de Atenas.
A la muerte de Alejandro en 323 a.C., sus sucesores se vieron envueltos en nuevos conflictos contra el poder de tracios y getas en el norte de los Balcanes. Lisímaco, uno de los generales del gran macedonio, intitulado rey de Tracia, fue derrotado de forma decisiva por el soberano geta Dromiquetes en la década de 290 a.C. Un par de décadas después, las invasiones de los celtas, procedentes de Europa central, sacudieron con mayor firmeza los cimientos de la hegemonía tracia y geta sobre la región. De esta tempestad surgieron nuevas potencias tracio-celtas, como el reino de Tylis, así como un conjunto de aportes culturales que revitalizaron por completo la región y dispusieron el terreno para un vigoroso renacer de la cultura geta, si bien, esta vez, al norte del Danubio. Así, a finales del siglo II y principios del I a.C., en tanto la república de Roma extendía su manto sobre Grecia, Asia Menor y las costas del Levante mediterráneo, otra cultura nacía en los montes de Transilvania: los dacios.
Herederos directos de tracios, getas, escitas y celtas, los dacios conformaron una serie de reinos en el interior de la actual Rumanía y en el norte de Bulgaria, que fueron unificados por el carismático y astuto Burebista (82-44 a.C.). Este rey es considerado el fundador del reino dacio, un auténtico estado, dotado de complejas instituciones de inspiración helenística, salpicado de múltiples asentamientos proto-urbanos y urbanos y, por supuesto, dotado de una elaborada y formidable maquinaria militar. Bajo el liderazgo de Burebista, los dacios lograron imponerse a todos los pueblos celtas de los Balcanes, extendiendo su soberanía por Tracia (al sur del Danubio), la mayor parte de las modernas Austria y República Checa, la cordillera de los Cárpatos, hasta las costas occidentales del mar Negro.
En 48 a.C., los embajadores y cancilleres del rey dacio negociaron una alianza con el poderoso procónsul romano, Gneo Pompeyo Magno, en el marco de su pulso por el poder contra Julio César. Aunque la intervención de las fuerzas de Burebista no logró inclinar la balanza a favor de Pompeyo, César, su rival, inició los preparativos para una campaña militar contra el reino dacio una vez se hizo con el poder absoluto en Roma. El destino quiso que el dictador romano y el gran soberano dacio fueran asesinados en 44 a.C., lo que pospuso irremediablemente el conflicto, al verse sumidas ambas potencias en guerras internas.
Nuevos actores
La muerte de Burebista ocasionó la fragmentación política de Dacia, hecho que fue aprovechado por Roma para desalojar a los dacios de las regiones al sur del Danubio y someter a la debilitada Tracia. A la par, pueblos como los sármatas irrumpieron como nuevos actores en el escenario geopolítico de la región. La solidez de las instituciones legadas por Burebista, sin embargo, favoreció que, a mediados del siglo I d.C., Dacia volviera a erigirse en un reino unificado bajo el cetro de Escorilo (50-69), Diurpaneo (69-87) y Decébalo (87-106). Durante la segunda mitad del siglo I d.C. y principios del II d.C., estos dos últimos reyes protagonizaron nuevos y definitivos enfrentamientos contra Roma, tras amenazar con desalojar al poder romano de sus dominios y áreas de influencia en el norte de los Balcanes y el espacio danubiano. El reino dacio, último bastión de los temidos tracios y getas, acabó siendo destruido y sus territorios convertidos en la provincia romana de Dacia, a manos de Trajano (98-117), emperador oriundo de Hispania.