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Arquitectura

Lever House: el símbolo de la arquitectura moderna

La construcción de este edificio neoyorquino de fachada de cristal en 1952 supuso una revolución arquitectónica y consolidó la transición inmobiliaria de la parte central de Park Avenue

Skyline de la parte oeste de Manhattan
Skyline de la parte oeste de ManhattanMIKE SEGARREUTERS

La evolución de una ciudad y, por tanto, su población, se suele apreciar desde las alturas. Es de obligada visita cuando se conoce un lugar algún mirador o punto elevado que permita observar de un solo vistazo edificios, parques y paisaje. Es el llamado “skyline”, en el que se puede atisbar la evolución cultural, económica, social y estilística de cualquier ciudad. Sin duda, el horizonte más conocido a nivel mundial, no solo por su belleza o por su aparición en incontables películas, sino por la multitud de contrastes entre luces y rascacielos, es el de Nueva York. Cuando pensamos en la ciudad estadounidense, se nos vienen imágenes del Empire State, el Chrysler Building o el Comcast Building. Pero, si destaca un edificio en este “skyline” es el que revolucionó la arquitectura moderna o “Estilo Internacional” de la Gran Manzana: el Lever House.

En 1952 se terminó de construir un rascacielos que continúa siendo un referente para los estudiosos, así como consolidó la transición que se estaba realizando en la parte central de Park Avenue. Ubicado sobre la acera oeste de dicha avenida, entre las calles 53 y 54, antes de erigirse el Lever House figuraban, hasta los años 30, viviendas de varios pisos. No obstante, estos edificios llamados “brownstones” fueron demolidos para dar paso a un conjunto comercial, con líneas arquitectónicas sencillas y una fachada de cristal, hasta que se instaló en este espacio la empresa de jabones Lever Brothers y comenzó la reconversión.

Lever House
Lever Housearchivo

La compañía, fundada en 1886 por William Hesketh y dedicada principalmente a la fabricación de jabones y productos de limpieza, alcanzó un gran éxito comercial, lo que le llevaría a instalar la sede central en el corazón de Nueva York. Así, con el objetivo de tener un edificio que estuviera a la altura de la empresa, el 29 de abril de 1950 Charles Luckman, quien además de presidente de Lever Brothers era arquitecto, anunció la necesidad de centralizar las operaciones de la compañía y ubicarla en uno de los lugares más significativos de Manhattan. A través de un lenguaje arquitectónico moderno y renovado, pretendían transmitir al público una imagen de prosperidad y juventud, y presentaron la maqueta de un edificio nunca antes visto en la Gran Manzana.

Vista lateral de Lever House
Vista lateral de Lever Housewikimedia

Una propuesta revolucionaria

Era un diseño simple, pero revolucionario: una esbelta torre de 19 niveles totalmente forrada en cristal verde oscuro. Fue el primer rascacielos de oficinas de sector privado forrado en cristal, y el segundo en Nueva York. Y su creación corrió a cargo de unos arquitectos liderados por Gordon Bunshaft, de la firma Skidmore, Owings & Merrill. Se inspiraron en un edificio prototipo que presentó el arquitecto Nathaniel A. Owins en 1946, donde se planteaba un rascacielos con una pieza horizontal en la base con una planta baja sobre pilares, y dos plantas elevadas. Todo ello, sobre una terraza ajardinada y con una torre en forma de prisma rectangular. Una propuesta revolucionaria para el sector inmobiliario, y que permitía una instalación de aire acondicionado y, gracias a la fachada de cristal, fomentaba una gran iluminación en los interiores.

Maqueta de la propuesta de Lever House
Maqueta de la propuesta de Lever Housearchivo

A finales de 1950 comenzaron las obras y el 29 de abril de 1952 el Lever House abrió sus puertas. Y, entre sus novedades técnicas, destaca la de la limpieza de los numerosos cristales que componen la fachada: Bunshaft y su equipo instalaron un original sistema mediante canastas de acero suspendidas desde la azotea, que se movían a través de un sistema de rieles incrustados en el techo. Fue el primer rascacielos de la historia en contar con una forma automática de limpieza, que sin embargo hoy día es bastante común en edificios de este estilo.

Asimismo, la estructura incluía voladizos en los extremos, así como un exclusivo garaje para 80 vehículos en el nivel subterráneo, algo bastante poco habitual en la ciudad. Un impacto arquitectónico brutal, así como también en el paisaje urbano neoyorquino. El edificio fue considerado una revitalización arquitectónica que rejuvenecía un paisaje estilístico cada vez más estancado. Una nueva era urbanística que propició un Park Avenue cada vez más atractivo y abierto a nuevas propuestas, paisaje que se consolidaría con la construcción del Seagram Building cinco años después.