Didactismo de buen cuño
Creada:
Última actualización:
Obras de Beethoven y Shostakovich. Piano: Noelia Rodiles. Director musical: Lucas Macías. Orquesta Nacional de España. Ciclo «Conozcamos lo nombres». Auditorio Nacional, Madrid, 23-I-2022.
Debutaban con la Orquesta Nacional estos dos artistas, que no son ya, desde luego, unos novatos, pues llevan años en la brecha. Rodiles, gran defensora de la música de hoy, que ha recibido lecciones y consejos de grandes solistas, es hija artística de Ana Guijarro. Macías, oboísta consumado en sus primeros años, estudió luego dirección en Viena junto a Mark Stringer. Una y otro nos han mostrado su arte seguro y variado.
La pianista se enfrentaba nada menos que al “Concierto nº 5, Emperador”, de Beethoven. Luego de un comienzo dubitativo en el que no pareció encontrarse muy segura en la vertiginosa cadencia inicial, se fue asentando y pudo ofrecer su toque delicado, su finura y su atractivo sonido delgado y muelle, con frases muy meritorias y reguladores bien administrados, con un muy bello despliegue cantábile, por ejemplo, en la exposición del lírico segundo tema al inicio del desarrollo. Segura en las octavas, dibujó con estilo las alternancias de la obra, con inteligente manejo de los contrastes, aunque en los pasajes más “guerreros” y afirmativos se echó en falta un mayor músculo, una sonoridad más plena y contundente.
Excelente destilación tímbrica y fraseo muy cuidado en el “Adagio un poco mosso” y nítida reproducción de los acontecimientos del “Rondó”, cuyos distintos episodios se nos ofrecieron con claridad luego de una exposición del “estribillo” ligeramente imprecisa. Buen entendimiento con Orquesta y batuta, atentos a las evoluciones de la solista, que ofreció como bis, en unión de un grupo de la cuerda, una delicada reproducción del segundo movimiento del “Concierto para clave nº 5 BWV 1056″ de Bach.
La “Sinfonía nº 1 op. 10″ de Shostakovich es una obra magnífica de no muy frecuente programación. En ella, con recuerdos mahlerianos y chaikovskianos, está la semilla de las obras sinfónicas mayores del compositor, más extensas y no siempre de tanta concentrada sustancia. El puntillismo con el que está escrito al “Allegretto” inicial, con esos leves “fugati” y ese irónico valsecito, tuvo en batuta y orquesta adecuada y límpida plasmación; lo mismo que los bien medidos contrastes del cambiante “Allegro”; o las escaladas líricas del “Lento”, en el que se lució el concertino (de nombre ignoto). Desde los iniciales trémolos el “Allegro molto” postrero fue adquiriendo forma en lo que sería una estupenda recreación de multicolores timbres y rítmica bien asentada y virtuosa.
Macías condujo todo con orden y mente bien despierta, manejando una batuta ágil y movediza, elegante y proporcionada, llevando a la orquesta, que pareció tocar a gusto, en volandas y construyendo sin amaneramientos un tejido orquestal que resultó grato. Lecturas cómodas, flexibles y amenas las suyas. Lo que supuso que nos lo pasáramos muy bien en este concierto matinal al que acudió bastante público y que fue amenizado por la musicóloga Sofía Martínez Villar, que analizó brevemente las obras –con muestras sonoras de la propia Orquesta- y las parceló de manera muy didáctica con proyecciones ad hoc y con imágenes a veces un tanto simplistas.