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Estreno

Crítica de “Licorice Pizza”: el amor moderno ★★★★★

Un fotograma de "Licorice Pizza"
Un fotograma de "Licorice Pizza"ImdbImdb

Dirección y guion: Paul Thomas Anderson. Intérpretes: Alana Haim, Cooper Hoffman, Bradley Cooper, Sean Penn. Estados Unidos, 2021. Duración: 133 minutos. Comedia romántica.

¿De qué trata “Licorice Pizza”? Nos dice que el amor es movimiento, y en esa danza de atracciones y retrocesos, entre un peine y un espejo, siempre nos devolverá la imagen del amado. ¡Qué bello que el reflejo de dos personas coincida, aunque sea bajo la doblez del astigmatismo, sin acabar de coincidir del todo! Para Paul Thomas Anderson, el amor no es fácil, como ya demostraba en “Embriagado de amor” y “El hilo invisible”, de la que “Licorice Pizza” viene a ser una versión luminosa, californiana, juvenil. El amor es un trabajo serio, una relación de poder que cambia de bando sin avisar, una carrera de fondo hacia ninguna parte que, por fin, encuentra su meta, el cuerpo que ama.

Que Alana y Gary (extraordinarios Alana Haim y Cooper Hoffman) corran una y otra vez viviendo su propia adaptación del amor moderno de Carax y Bowie, abrazándose y rechazándose con la brusquedad de la energía juvenil, disfrazando la cruz de la diferencia de edad (15-25) con los velos de la amistad perenne, debe de hacernos pensar en que el amor es física más que química, es velocidad de los cuerpos y fuerza de gravedad. Es esa velocidad y esa fuerza la que dispara a la película hacia varias direcciones, en aparentes digresiones narrativas que parecen dispersar la propuesta de Anderson alimentándose de una vitalidad atolondrada. Sin embargo, cada episodio que Alana y Gary viven juntos o por separado consigue reflejar un aspecto de la vida americana -la iniciativa empresarial, la crisis del petróleo, el mundo del cine, la hipocresía de la política- sin olvidarse de aportar algo importante al complejo mosaico de sorpresas y decepciones que configuran la relación amorosa de los dos protagonistas.

Es a través de sus aventuras (difícil decidirse por el episodio de la cama de agua en la feria estudiantil o por la brillante aparición de Bradley Cooper como el productor Jon Peters) que conocemos su fragilidad, sus pequeñas mezquindades, su insólito carisma, su generosidad. Hay amores (el de “El hilo invisible”) que abandonan el mundo, pero el amor de Alana y Gary existe gracias a que el mundo gira. Por eso “Licorice Pizza” no es una película nostálgica: a pesar de transcurrir en los setenta, a pesar de la preciosa textura del celuloide, a pesar de su irresistible selección de canciones de la época, lo que prevalece es un amor en presente, que se manifiesta en la felicidad y el placer de hacer cine.

Lo mejor

Nos quedaríamos a vivir en ella como en un día sin nubes donde todo es posible.

Lo peor

El gag del dueño del restaurante japonés y sus mujeres tarda en cuajar.