Crítica de “Red”: sangre de mi sangre ★★★
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Dirección: Domee Shi. Guion: Julia Cho y Domee Shi. USA, 2022. Duración: 100 minutos. Animación. Disney+.
Si han leído a la novelista Angela Carter o al psicólogo Bruno Bettelheim, sabrán que el rojo sanguíneo, en los cuentos infantiles, es, en realidad, una metáfora de la menstruación. El abrigo de la “Caperucita Roja” o la gota de sangre en el dedo de “La bella durmiente” después de pincharse en la rueca venenosa son signos de la transición de niña a mujer que alertan de la sexualización de sus heroínas, acechadas por el deseo de los machos-alfa, lobos o príncipes. “Red” no llega tan lejos en sus simbolismos, aunque una de sus innegables virtudes no es solo hablar de la regla (¡en una película de Pixar!) sin tapujos sino también utilizarla como motor narrativo. ¿No es el panda rojo en el que está condenada a convertirse la línea genealógica de Mei Lee, la preadolescente protagonista, una menstruación antropomorfizada?
El hecho de visibilizar la revolución hormonal femenina en una película con un ‘target’ masivo es un movimiento astuto por parte de la Disney, como lo es, por otra parte, atender a la diversidad racial que tanto se reivindica desde el más remoto rincón de la industria. A veces, en “Red” esas novedades parecen dictadas por el departamento de ‘marketing’; otras, sobre todo en el primer tramo de metraje, la película parece tener mucho que decir sobre las relaciones maternofiliales, en especial en el contexto de la comunidad asiática. La vitalidad puberal del filme es contagiosa cuando retrata los ‘crush’ acneicos, el ‘fandom’ irracional por los grupos de pop prefabricados y la complicidad entre chicas. Lo es mucho menos cuando deriva sus esfuerzos hacia el territorio de las ‘monster movies’ e insiste en el mensaje de autoaceptación de la diferencia, marca registrada de la Disney de este nuevo milenio.
Lo mejor
Da visibilidad a temas que no acostumbran a abordarse en la animación infantil para ‘targets’ masivos.
Lo peor
Se deshincha en el tramo final, demasiado entregado a la espectacularidad destrozona.