Crítica de “Alcarràs”: la Tierra tiembla ★★★★★
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Dirección: Carla Simón. Guion: Carla Simón y Arnau Vilaró. Intérpretes: Jordi Pujol Dolcet, Anna Otin, Xènia Roset, Albert Bosch. España, 2022. Duración: 120 minutos. Drama.
Del llanto desgarrador, catártico, que cerraba “Verano 1993″, pasamos al esfuerzo colectivo para que otras lágrimas no se derramen en “Alcarràs”. De la cámara abrazada al drama individual de una huérfana que tenía que reconciliarse con el mundo pasamos a la cámara que, a través de un glorioso trabajo de montaje, consigue singularizar el punto de vista de todos los miembros de una familia que han de arrimar el hombro para salvar su última cosecha de melocotones, sabiendo que ese proceso es un funeral que va a durar todo un verano, mientras la tierra se prepara para la llegada de un batallón de placas solares. Atravesadas, una más que otra, por experiencias autobiográficas, “Verano 1993″ y “Alcarràs” hunden los pies en el campo para contar, en el fondo, algo similar: reivindicar el valor de las raíces y, con ello, de una identidad que se forja en una forma de entender la memoria que siempre es histórica, por mucho que sus efectos nos afecten en lo cotidiano.
A estas alturas, con su segunda película, merecidísimo Oso de Oro en la última Berlinale, Carla Simón demuestra hasta qué punto le resulta fácil crear lazos de empatía con sus personajes, interpretados por una horda de actores no profesionales que acaban pareciendo parte de tu familia, y de convertir esa intimidad en un acto político. En la tradición de un cine que ama el campo, que ama la lengua que habla (el catalán de las tierras de Ponent) tanto como lo hacía el Luchino Visconti con el siciliano de “La terra trema”, “Alcarràs” sigue, con humildad pero con ambición, la línea de trabajo del cine post-neorrealista -desde “El árbol de los zuecos” de Ermanno Olmi hasta “Lazzaro Felice” de Alice Rohrwacher- sin olvidarse del entusiasmo de cierto cine proletario norteamericano -pienso en “El pan nuestro de cada día” de King Vidor- que celebraba la solidaridad del pueblo frente a la adversidad.
Desde una transparencia de estilo y una fluidez narrativa que tendrían que envidiar muchos cineastas que confunden naturalismo con desaliño o artificio disfrazado de mensaje edificante, “Alcarràs” rechaza la tentación del cine de tesis, tan arraigado en el realismo social. Simón pone todos los temas pertinentes sobre la mesa -la contratación de inmigrantes, las protestas del campesinado, el progreso como inevitable camino contra el cambio climático, la sostenibilidad de la agricultura tradicional- ofreciendo puntos de vista dispares, que se equilibran porque todos tienen sus razones, porque detrás hay una voz que les escucha y se hace escuchar.
Lo mejor
La capacidad de Simón para hacer sencillo lo complejo, desde una poética cálida y transparente.
Lo peor
Que el público adicto a las versiones dobladas cometa el error de perdérsela.